Antes de su llegada al país, el Papa Francisco hizo un pedido muy especial a México y le fue concedido, 25 minutos de intimidad con la Virgen de Guadalupe, en el camarín de la Basílica del Tepeyac.
Posteriormente, los cantos guadalupanos animaron el ingreso del pontífice y toda la misa, durante la cual Bergoglio tuvo gestos especiales para con la Virgen y el pueblo de México. Recordó la figura de Juan Diego, quien fue elegido como "embajador" por María, pese a no ser un hombre letrado ni culto.
Dicho mensaje resonó con intensidad, en la basílica y en toda la comunidad católica, junto al himno litúrgico que Francisco pronunció durante la homilía.
Al final y por consecuencia del frío en la capital, el Papa regresó en un automóvil cerrado blanco y negro, no en el papamóvil como se tenía previsto.
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