Perfuman flores amarillas la calle donde vivió García Márquez

Notimex Ciudad de México 19-04-2014 18:28

La mejor manera de rendir homenaje a un escritor que ha muerto, es leer sus obras.

Con flores amarillas de diversas especies, entre ellas rosas, margaritas y girasoles, lectores y gente del pueblo asiste esta tarde a la que fuera residencia particular de Gabriel García Márquez (1927-2014) en Jardines del Pedregal.

En sus manos, mochilas o bajo el brazo, algunos lectores llevan el libro que fuera arranque de la carrera del escritor, una novela breve que evidencia la muy fuerte influencia del escritor norteamericano William Faulkner, “La hojarasca” (1955).


Otros más siguen la cronología literaria de “Gabo” al revisitar, mientras están de guardia en la banqueta frente a su casa, la entrega que hizo en 1961, “El coronel no tiene quien le escriba”, relato donde ya se ven los temas recurrentes del autor.


En 1962, quien llegaría a ser Nobel de Literatura reunió ocho de sus cuentos más celebrados hasta entonces, para titularlos “Los funerales de mamá grande”, libro que también se aprecia esta tarde entre los seguidores del escritor ya inmortal.


Ese mismo año vino, de él para el mundo, la novela “La mala hora”, que junto con otras publicaciones sería el preámbulo para su obra mítica: “Cien años de soledad”, gran novela en la que se asoman discretos relatos de su pasado literario.


Luego publicó “El otoño del patriarca” (1975), historia sobre el absurdo vivir de un dictador; más tarde sorprendió a sus ya numerosos lectores con otra clásica “La increíble historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada” (1977).


“Crónica de una muerte anunciada” (1981), novela corta basada en un suceso real de amor y venganza siguió en la lista, precedida por “El amor en los tiempos del cólera” (1987), historia de amor que atraviesa tiempos y edades en tono mítico.


Esas novelas son leídas esta tarde conforme se ha dicho hasta el cansancio: La mejor manera de rendir homenaje a un escritor que ha muerto, es leer sus obras. Y eso justamente se hace esta tarde fresca y soleada en el sur de la capital mexicana.


Tras el Premio Nobel de Literatura en 1982, el ya internacionalizado “Gabo” lanzó dos nuevas joyas literarias: “Del amor y otros demonios” (1994) y “Noticia de un secuestro” (1997). Antes, para teatro hizo “Diatriba de amor para un hombre sentado” (1987).


Lectores post mortem vuelven a los libros de crónicas, a sus guiones para cine y otros volúmenes de recopilación de sus artículos periodísticos: “Textos costeños”, “Entre cachacos”, “Europa y América” y “Notas de prensa”, por citar ejemplos.


Para seguir con la cronología de la obra de o sobre Gabriel García Márquez, no faltan los lectores que devoran, casi acostados sobre los escasos pedazos de césped, la biografía de “Gabriel”, “Viaje a la semilla”, de Dasso Saldívar.


Esos lectores, al ver que la familia ha mantenido en absoluta privacidad todo lo relacionado con las honras fúnebres para el querido autor de más de medio centenar de novelas, permanecen a pie o sentados en la banqueta.


Y todos ellos son, también, quienes abrieron desmesuradamente los ojos este día cuando ante la casa del escritor se detuvo un automóvil y de él descendió, tranquilo, Carlos Salinas de Gortari, expresidente de México y amigo del finado