Río de Janeiro descubre la Frida Kahlo más humana

Notimex Río de Janeiro, Brasil 27-01-2015 09:27

"Frida, la diosa tehuana" ha tenido gran éxito entre el público brasileño.

Conocida internacionalmente sobre todo por su rol de pintora, Frida Kahlo acaso adquiere su dimensión más humana al ser representada en un notable monólogo por Rose Germano, actriz brasileña que la encarna en la obra "Frida, la diosa tehuana", éxito de cartelera en esta ciudad.

El denso monólogo que interpreta Germano aborda los temas más acuciantes del último año de vida de Frida Kahlo (1907-1954), cuando se mezclan el dolor físico provocado por sus enfermedades y el accidente que marcó su vida con el profundo amor que sentía por Diego Rivera (1886-1957).

"Se trata de una representación que aborda algunos aspectos de su vida, pero no es biográfico", señala Germano, entrevistada por Notimex dos horas antes de que comience la función en el Teatro Glaucio Gill.

La representación está marcada desde el inicio por lo que se conoce como el "teatro físico", donde abundan los silencios entre las diversas secuencias y una gran expresividad física que resulta evidente en un desnudo integral de la actriz que dura unos cinco minutos.

Con gran emotividad se representa a este personaje artístico clave en el siglo XX mexicano, abordándolo no solo desde un ángulo artístico -el decorado no incluye ni una sola reproducción de los cuadros de la pintora-, sino en su dimensión humana, con referencias a cuestiones como el amor, la muerte, el suicidio y la soledad.

"No hemos dramatizado nada. Creo que hemos descrito a la Frida más humana. Eso se percibe en los silencios del público", explica la actriz, quien antes de pasar a maquillaje necesita una sesión de calentamiento de 30 minutos para lograr encarnar durante algo más de 70 minutos a la artista mexicana.

Sobre el escenario, Germano arranca con una interpretación de Dolores Olmedo, coleccionista de arte y persona clave en la difusión de la obra de Kahlo, pese a su también pasión por Diego Rivera.

Pero cuando, tras una breve introducción el personaje abandona la escena, emerge una Frida profundamente atormentada por sus dolencias en la pierna, por las secuelas en el accidente que en 1925 la obligó a múltiples operaciones (incluso, frente al público y desnuda, la actriz se coloca un corsé de cintas de cuero que mandaron hacer especialmente), pero sobre todo por la necesidad de amar a Diego Rivera.

En su segunda temporada, la obra logró un gran éxito de público y de crítica, atrayendo a varias personalidades del mundo de la cultura al pequeño e intimista teatro de Copacabana donde se exhibe.