Un Enjambre llega a Chimalhuacán

Zumba un Enjambre en Chimalhuacán. Foto: Gabriel Maldonado

Poco mas de dos horas fueron suficientes para que el suelo de Chimalhuacán, en el Estado de México, cimbrara fuerte, con trémulos movimientos de tierra causados por miles de pies inquietos que no dejaron de pegar tremendos saltos la tarde-noche del sábado.

Un Enjambre llegó, directamente de Fresnillo, Zacatecas, al municipio del oriente mexiquense, con motivo de la XV edición de la Feria Metropolitana Artesanal y Cultural 2016 de esa localidad, que este domingo llega a su fin, tras más de dos semanas de eventos gratuitos y para gustos diversos.

"¡Gracias, Chimalhuacán!", lanzó Humberto Navejas, voz de la agrupación zacatecana. Enseguida, se escucharon gritos, más que ello, berridos y chillidos, emanados de unas 10 mil bocas reunidas en la zona de baile del recinto ferial, con capacidad para 50 mil personas.


Esas bocas, las 10 mil, "zumbaron" temas insignes de la banda, como Manía Cardiaca, Elemento, Somos ajenos y Sábado perpetuo.


"No se vayan. ¡Otra, otra!". Y así fue, una y otra vez. Dos o tres veces regresaron.

Humberto Navejas bajó del escenario y, cual "rockstar", repartió besos y abrazos a sus fanáticos mientras recorría una fila hecha de vallas metálicas. Fue sencillo bajar. Pero regresar fue una verdadara hazaña, un reto más grande que tocar ante las 10 mil personas presentes. Por fin lo hizo. De la mano de un par de sujetos logró regresar al escenario y continuó con el espectáculo.

¡Tres colores!


Una mama joven, al pie del escenario, carga a su hijo no mayor a cinco años. El niño lleva lentes. Se le caen. La madre los recoge y lo regresa a sus cálidos brazos. El niño bosteza. Lo hace una y otra vez. Está cansado, lanza pequeños -pero esporádicos- reproches a la madre. La mamá no se inmuta. "Se me parte el alma a cada madrugada", canta. Es fanática. El peque se resigna, la abraza y recarga su cabecita en su regazo.

Una chica llega a prisa al pie del escenario. Se reúne con unos conocidos. "Yo pensé que iban a tocar DLD. A ellos sí los conozco". Es un evento gratuito, lleno de curiosos, más que de propios. La chica escucha, tararea algunas rolas y, por fin, al cabo de unas cinco canciones, dice, emocionada: "esa sí la conozco, la ponen a diario en el Mexibús (transporte mexiquense que emula al Metrobús de la CDMX)". Se alegra y la canta, mientras, frente a ella, una pareja joven de novios, tal vez esposos, se susurran algo al oído.

La mujer conoce a la banda. Tiene, dice, varias canciones en su celular. Las escucha con frecuencia. Con chela en mano, repentinamente reprocha a su acompañante no conocer a Enjambre. "Si ya te los enseñé, amor⬦ son las canciones que escucho a diario". Poco falta para que la mujer, tal vez ya mareada, le propine un coscorrón y un pellizco al despistado marido.

Ya es de noche. Cuando la banda comenzó a tocar aún había luz solar. Pese a la oscuridad, se siente un calor tremendo, de ese que abraza, pero que no molesta. La banda se despide. Más tarde, publica un agradecimiento vía Twitter. Se sintieron como en casa.

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