Quien quiera comer en este restaurante, situado en una de las calles más turísticas de Moscú, tiene que sentarse en inodoros.
Para rematar, la bebida estrella del establecimiento tiene un poco apetitoso color amarillento. Pese a ello, los comensales parecen encantados, tanto con la decoración como con el menú.
El dueño asegura que el local se llena cada día. Su mayor sorpresa es que los clientes más entusiastas son los niños.