A23a, iceberg que mide el doble del tamaño de la CDMX está a punto de desaparecer
El iceberg A-23A, considerado uno de los más grandes y antiguos del planeta, se encuentra en proceso de desintegración cerca de las islas Georgia del Sur, en el Atlántico sur, según imágenes recientes de la NASA.
El coloso A23a, que con 3 mil kilómetros cuadrados duplica el tamaño de la Ciudad de México y pesa casi mil millones de toneladas, se desprendió de la Antártida en 1986, y aunque originalmente tenía una superficie de 4 mil kilómetros cuadrados, actualmente ha perdido dos tercios de su tamaño.

Esta última imagen satelital fue captada el 11 de septiembre de 2025 por el satélite Terra de la NASA, justo al inicio de la primavera en el hemisferio sur.
¿Qué está pasando con el iceberg A-23A?
Según el NASA Earth Observatory, la ruptura del iceberg marca el inicio de la desaparición inminente del iceberg. Su fragmento principal aún mide aproximadamente mil 500 km², pero ya está acompañado por trozos que se han desprendido recientemente:
- Iceberg A-23G: 324 km²
- Iceberg A-23I: 344 km²
Cabe destacar que, A-23A ha tenido una historia poco común. Aunque se desprendió en 1986 de la plataforma de hielo Filchner, permaneció encallado en el fondo del mar de Weddell durante más de una década. Fue hasta principios de 2020 cuando comenzó a moverse hacia el norte.
Su ruta ha incluido múltiples detenciones:
- En marzo de 2024, quedó atrapado en un vórtice oceánico en el Pasaje de Drake
- En mayo de 2025, encalló nuevamente cerca de la isla Georgia del Sur
Ahora, liberado y a la deriva al norte de esa isla, su final parece inevitable.
¿Por qué se está rompiendo?
Los científicos advierten que A-23A se adentró en el llamado “callejón de los icebergs”, una zona donde los gigantes de hielo terminan deshaciéndose por el contacto con aguas más cálidas y el aire templado del Atlántico sur.
Este proceso de fragmentación no es nuevo, pero el tamaño, longevidad y recorrido del A-23A lo hacen excepcional.
¿Importa que se rompa un iceberg?
Aunque los icebergs flotantes no aumentan el nivel del mar al derretirse (porque ya están en el agua), sí pueden alterar rutas marítimas, afectar ecosistemas marinos y liberar grandes cantidades de nutrientes que impactan la cadena alimenticia oceánica.
Además, el caso del A-23A ilustra cómo el cambio climático y el calentamiento oceánico aceleran procesos naturales que antes tomaban siglos.




