El lenguaje y el aprendizaje de las personas pueden resultar afectados por la discapacidad auditiva, así que especialistas del Instituto de Salud del Estado de México (ISEM) llamaron a la población mexiquense a adoptar recomendaciones para evitar afectaciones mayores y tener una buena salud auditiva.
¿Cómo cuidar mi salud auditiva?
Entre las medidas que se deben tomar se encuentra: disminuir el uso de dispositivos para escuchar música y televisión, ya que pueden elevar la posibilidad de sordera si se usan más de dos horas a alta intensidad, y recomiendan tener atención principal en niños y adolescentes de 11 a 18 años de edad.
¿Cómo se manifiesta la incapacidad auditiva?
Los especialistas del ISEM refieren, por ejemplo, que en la entidad, seis de cada 100 personas sufren alguna discapacidad, y de éstas, el 35.9% sufre algún grado de hipoacusia, que se manifiesta con zumbidos, molestia por el ruido y falta de comunicación.
Por lo anterior, aseguran que la detección temprana es importante para tener un tratamiento correcto y evitar complicaciones.
También es importante estar atentos a enfermedades infecciosas, como la meningitis, el sarampión y la parotiditis, infección crónica del oído, traumatismos craneoencefálicos, presencia de líquido en el oído y obstrucción del conducto auditivo producida por cerumen o cuerpos extraños, ya que estos factores aumentan el riesgo de adquirir pérdida auditiva.
Síntomas de padecimientos acústicos
Los especialistas del ISEM detallan que los síntomas de algún padecimiento acústico son variables, pero pueden presentar dificultad del habla y para comprender palabras, necesidad de subir volumen a aparatos como teléfono y televisión, abstenerse de conversaciones o evitar entornos sociales.
En México, se estima que alrededor de 10 millones de personas tienen algún tipo o grado de problema auditivo, por lo que la atención debe estar a cargo de especialistas en audición para minimizar efectos adversos como pérdida progresiva de la audición, dolor de cabeza crónico, trastornos de presión, alteraciones del sueño, estrés e irritabilidad y daños psicofisiológicos.