Trastorno afectivo estacional afecta en invierno; así puedes identificarlo

La llegada del invierno será el próximo 21 de diciembre, y con el cambio de horario en México, oscurece más temprano, dejando pocas horas para los rayos del Sol y ocasionando que algunas personas lleguen a sentirse tristes o decaídas, esto se conoce como trastorno afectivo estacional.

Las personas que llegan a experimentar cambios en su estado de ánimo durante los meses de invierno, empiezan a mejorar cuando la primavera está por llegar y cuando el Sol está más presente.

¿Cuáles son los síntomas y signos del trastorno afectivo estacional?

El trastorno afectivo estacional no se considera como un trastorno separado, sino que es un tipo de depresión que se caracteriza por su patrón estacional recurrente, con síntomas que duran entre cuatro y cinco meses al año, y de acuerdo con el National Institute of Mental Health las personas que sufren de esta condición llegan a presentar los siguientes síntomas y signos:

  • Dormir demasiado (hipersomnia)
  • Comer en exceso, especialmente tener antojo de carbohidratos
  • Aumento de peso
  • Retraerse socialmente (sentirse como que quieren “hibernar”)

Aunado a los ya conocidos de una depresión, como:

  • Sentirse deprimido gran parte del día, casi todos los días
  • Perder interés en las actividades que alguna vez disfrutó
  • Experimentar cambios en el apetito o en el peso
  • Tener problemas para dormir
  • Sentirse lento o agitado
  • Tener poca energía
  • Sentirse sin esperanza o inútil
  • Tener dificultad para concentrarse
  • Tener pensamientos frecuentes sobre la muerte o el suicidio
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El trastorno afectivo estacional ocurre con más frecuencia en las personas con trastorno depresivo mayor o trastorno bipolar.

El trastorno afectivo estacional, también conocido como depresión invernal, afecta entre el 4 y 8% de la población general, en una proporción de cuatro mujeres por un hombre, de acuerdo con el IMSS.

¿Qué causa el trastorno afectivo estacional?

Los científicos no comprenden completamente qué causa el trastorno afectivo estacional. Las investigaciones indican que las personas con este trastorno pueden tener una actividad reducida de serotonina, una sustancia química (neurotransmisor) en el cerebro que ayuda a regular el estado de ánimo, destaca el National Institute of Mental Health.

Las investigaciones también sugieren que la luz solar controla los niveles de las moléculas que ayudan a mantener niveles normales de serotonina, pero en las personas con trastorno afectivo estacional, esta regulación no funciona correctamente, lo que da origen a una disminución de los niveles de serotonina en el invierno.

Otros hallazgos sugieren que las personas con trastorno afectivo estacional producen demasiada melatonina, una hormona fundamental para mantener el ciclo normal de sueño y vigilia. La sobreproducción de melatonina puede aumentar la somnolencia.

El instituto estadounidense señala que tanto la serotonina como la melatonina ayudan a mantener el ritmo diario del cuerpo que se relaciona con el ciclo estacional noche/día.

En las personas con trastorno afectivo estacional, los cambios en los niveles de serotonina y melatonina alteran los ritmos diarios normales. En consecuencia, ya no pueden adaptarse a los cambios estacionales relacionados con la duración del día, lo que provoca cambios en el sueño, el estado de ánimo y el comportamiento.

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Los déficits de vitamina D pueden exacerbar estos problemas porque se cree que ésta promueve la actividad de la serotonina. Además de la vitamina D que se consume a través de la dieta, el cuerpo también produce vitamina D cuando la piel se expone a la luz solar.

Con la menor cantidad de horas diurnas de luz solar, las personas con trastorno afectivo estacional pueden tener niveles más bajos de vitamina D, lo que puede dificultar aún más la actividad de la serotonina.

¿Cómo se trata el trastorno?

El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) sugieren, entre otras cosas, tomar baños de Sol por periodos de 20 a 45 minutos diarios cuando sea posible, o a la luz de lámparas que simulen la iluminación natural.

Para reducir el riesgo, además de la exposición a la luz solar, se debe incrementar la actividad física con breves caminatas al exterior de la casa y, si se tiene la costumbre de dormir de día, que sean siestas de menos de 20 minutos, así como alimentarse adecuadamente y evitar la ingesta de alcohol.

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