Arqueólogos subacuáticos del INAH encuentran Cetro de Tláloc en Nevado de Toluca

Desde hace años, expertos en arqueología subacuática del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) realizan investigaciones en los dos lagos que se encuentran en el cráter del Nevado de Toluca.

Los descubrimientos han sido relevantes y han quedado plasmados en objetos, cuadros, fotografías y libros que pueden observarse en la exposición temporal “Proyecto Arqueología Subacuática en el Nevado de Toluca” en el Museo de Sitio de la Zona Arqueológica de Cuicuilco, al sur de la Ciudad de México.

“La gente cree que el Nevado de Toluca es solo un lugar bonito, un lugar natural para ir a pasear, pero es también una zona arqueológica”.

Iris Hernández Bautista / Proyecto Arqueología Subacuática en el Nevado de Toluca.

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En la época prehispánica, este lugar era considerado un sitio sagrado.

“Las personas que habitaban la región del Valle de Toluca, en general de Mesoamérica, creían que en las montañas existían entidades que eran las que propiciaban la lluvia, la fertilidad, las buenas cosechas, todo lo bueno de la tierra”.

Iris Hernández Bautista.

Bajo el agua, alrededor de los lagos e incluso en la parte elevada de la montaña, se han encontrado vestigios, como el llamado Cetro de Tláloc.

“Uno de los principales materiales son estos cetros serpentinos o estas láminas en forma serpentina, que pueden estar emulando la forma del rayo o la forma de la serpiente, que fueron extraídos de los lagos”.

Iris Hernández Bautista.

Materiales a base de copal y piezas orgánicas como puntas de maguey, muestran que en el sitio se depositaban ofrendas a los dioses.

“Creían que había un intercambio a través de ofrendas específicas, de elementos específicos, que estas deidades consideraban apreciados y también las personas que los depositaban; en este contexto, las ofrendas que encontramos en el Nevado de Toluca, tanto afuera de los lagos como adentro, nos dan esa idea de ofrendas a los dioses del agua, de la fertilidad y de la Tierra”.

Iris Hernández Bautista.

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Lo frío del agua ha permitido preservar los objetos, casi de forma intacta, por ello fueron devueltos a las profundidades.

“Tenemos una idea muy acotada de en qué momento fue el de mayor uso prehispánico de estos lugares. Está aproximadamente entre el 600, 700 después de Cristo al 1300, 1200 después de Cristo”.

Iris Hernández Bautista.

“Estamos viendo una continuidad ritual. Sabemos que hay vestigios arqueológicos de hace mucho tiempo, hay vestigios en la época virreinal, digamos que en el contacto con los europeos, y sigue habiendo una continuidad tradicional mesoamericana, pero también hay una continuidad actual, con estas nuevas ideas de new age, con ideas chamánicas, con ideas completamente modernas que siguen vinculando a estos lagos con algo extrasensorial más poderoso”, destaca la experta.

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