“El puño en alto”, el poema de Juan Villoro que recuerda los sismos del 85 y 2017

| 10:50 | Alberto Estrada | Agencias
Juan Villoro plasmó su sentir tras el sismo de 2017. Foto: Cuartoscuro

Juan Villoro es uno de los escritores más reconocidos en México y después del sismo del 19 septiembre de 2017 publicó el poema “El puño en alto”.

El poema de Juan Villoro fue publicado el 22 de septiembre en el diario Reforma. El escritor señaló que “esos versos me salieron de algún lugar del cuerpo o del alma, si es algo como el alma existe, y me parece que más que a una clasificación literaria responden a un género sismológico, pues son una réplica de lo que yo, como muchos otros, sentimos después de aquel día”.

Esto dice el poema “El puño en alto”

Con motivo del aniversario de los sismos de 1985 y 2017, retomamos el poema de Juan Villoro este 19 de septiembre de 2024.

Eres del lugar donde recoges la basura.
Donde dos rayos caen en el mismo sitio.
Porque viste el primero, esperas el segundo.
Y aquí sigues.
Donde la tierra se abre y la gente se junta.

Otra vez llegaste tarde: estás vivo por impuntual,
por no asistir a la cita
que a las 13:14 te había dado la muerte,
treinta y dos años después de la otra cita,
a la que tampoco llegaste a tiempo.
Eres la víctima omitida.
El edificio se cimbró y no viste pasar la vida ante tus ojos,
como sucede en las películas.
Te dolió una parte del cuerpo que no sabías que existía:
a piel de la memoria, que no traía escenas de tu vida,
sino del animal que oye crujir a la materia.
También el agua recordó lo que fue cuando era dueña de este sitio.
Tembló en los ríos.
Tembló en las casas que inventamos en los ríos.
Recogiste los libros de otro tiempo,
el que fuiste hace mucho ante esas páginas.

Llovió sobre mojado después de las fiestas de la patria,
Más cercanas al jolgorio que a la grandeza.
¿Queda cupo para los héroes en septiembre?
Tienes miedo. Tienes el valor de tener miedo.
No sabes qué hacer, pero haces algo.
No fundaste la ciudad ni la defendiste de invasores.

Eres, si acaso, un pordiosero de la historia.
El que recoge desperdicios después de la tragedia.
El que acomoda ladrillos, junta piedras, encuentra un peine,
dos zapatos que no hacen juego, una cartera con fotografías.
El que ordena partes sueltas, trozos de trozos, restos, sólo restos.
Lo que cabe en las manos.

El que no tiene guantes.
El que reparte agua.
El que regala sus medicinas porque ya se curó de espanto.
El que vio la luna y soñó cosas raras, pero no supo interpretarlas.
El que oyó maullar a su gato media hora antes y sólo lo entendió con la primera sacudida,
cuando el agua salía del excusado.
El que rezó en una lengua extraña porque olvidó cómo se reza.
El que recordó quién estaba en qué lugar.
El que fue por sus hijos a la escuela.
El que pensó en los que tenían hijos en la escuela.
El que se quedó sin pila.
El que salió a la calle a ofrecer su celular.
El que entró a robar a un comercio abandonado y se arrepintió en un centro de acopio.
El que supo que salía sobrando.
El que estuvo despierto para que los demás durmieran.

El que es de aquí.
El que acaba de llegar y ya es de aquí.
El que dice “ciudad” por decir tú y yo y Pedro y Marta y Francisco y Guadalupe.
El que lleva dos días sin luz ni agua.
El que todavía respira.
El que levantó un puño para pedir silencio.
Los que le hicieron caso.
Los que levantaron el puño.
Los que levantaron el puño para escuchar si alguien vivía.
Los que levantaron el puño para escuchar si alguien vivía y
oyeron un murmullo. Los que no dejan de escuchar.

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