¿Quiénes son los otros escritores de la Onda, además de José Agustín?

José Agustín viajando en avión
José Agustín murió el 16 de enero, a los 79 años. Foto: Cuartoscuro

El mundo de las letras está de luto tras la muerte de José Agustín, uno de los autores más importantes de México en cuya obra el ámbito de la otredad se hace presente y en donde el rock tiene un papel fundamental. El escritor, nacido en Guadalajara, Jalisco, tenía 79 años.

José Agustín se ensalza como el máximo representante de un movimiento literario que fue llamado por Margo Glantz como de “la Onda“, que abarca a autores cuya obra se empezó a gestar antes de 1968 y quienes se rebelaban contra los valores y las “buenas maneras” propias de las décadas de los 50 y 60 mediante las letras, el rock, la libertad sexual, algunas drogas y los viajes.

Mientras que en Estados Unidos la generación Beat se veía imbuida en los acordes del jazz para dotar de vida a sus obras literarias en la década de los 50, en México, los escritores de la Onda lo hacían en el rock, naciente género musical que, en la década de los 60, explotó en la cabeza de jóvenes, ávidos de aventuras que desafiaron los convencionalismos propios de mediados del Siglo XX.

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Si algo caracteriza a la literatura de la Onda es, sin duda, el desenfado, el lenguaje directo, sin complicaciones gramaticales, y el retrato de un entorno existente, pero inédito para la mayoría de la sociedad, el de los jóvenes que se reunían para ver las películas de Elvis, fumar marihuana, ligar y hasta burlarse de los valores familiares que en la década de los 60 se antojaban “inviolables”.

Además de José Agustín, con novelas como “La Tumba” (1964), en donde un joven adicto al whisky atraviesa por el divorcio de sus padres mientras el mundo a su alrededor “le vale un cacahuate”, y “De Perfil (1966), hay otros escritores que fueron catalogados dentro de la literatura de la Onda entre los que destacan Parménides García Saldaña, Gustavo Sainz y René Avilés Fabila, aunque, en el caso de este último, siempre consideró el término acuñado por Glantz como reduccionista.

Ellos son los escritores de la Onda

Parménides García Saldaña

La literatura de la Onda tiene entre sus obras más representativas “El Rey Criollo” (1970), la obra de Parménides García Saldaña (1944-1982) que es considerada, por algunos críticos, como las más “corrosiva” de este movimiento literario.

José Agustín, en el epílogo de “El Rey Criollo”, define a Parménides García Saldaña como un ser (escritor y todo lo que conlleve) consciente de su valor y naturaleza contracultural. El libro, compuesto de varios cuentos, cuestiona el entorno social y religioso de mediados del Siglo XX.

Cuenta el maese José Agustín que Parménides comenzó a escribir en la adolescencia. A pesar de que cuando regresó de Estados Unidos, donde vivió un largo tiempo, se puso a estudiar economía en la UNAM, Saldaña nunca dejó de rechazar, de una u otra manera, las reglas establecidas de la sociedad.

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Además de “El Rey Criollo”, García Saldaña dejó obras como “Pasto Verde” (1968), “En la ruta de la onda” (1974), “Mediodía” (1975) y “En algún lugar del rock” (El callejón del blues), publicada en 1993.

“Fue una lástima que se lo tragara la locura, porque habría sido fascinante ver cómo desarrollaba su propio mito”, escribiría José Agustín sobre un Parménides García Saldaña que terminaría sus días recluido en un hospital psiquiátrico antes de morir, casi en soledad, un 19 de septiembre de 1982, de una pulmonía.

Gustavo Sainz

Gustavo Sainz denota en algunas de sus obras, como la emblemática novela “Compadre Lobo” (1977), historias que giran en torno a los héroes anónimos, aquellos que día a día encumbran historias cotidianas en las ciudades con su andar y acciones, como aquel boxeador que a duras penas gana una batalla, el librero amargado y anticlerical, el pintor homosexual y los amantes que pululan en medio de la noche.

Sainz (1940-2015) es uno de los representantes más sobresalientes de la literatura de la Onda. En su obra, el lenguaje “neto y directo” que era común en la década de los 60 entre los jóvenes sale a relucir, pero también retrata de manera compleja temas como la amistad y el amor en libros como “Gazapo” (1965), su primera novela.

Además de “Gazapo”, la cual ha sido traducida a 14 idiomas, el maese Gustavo Sainz tuvo una fructífera carrera literaria, dándole vida a obras importantes como “Obsesivos días circulares”, “A la salud de la serpiente”, “La princesa del Palacio de Hierro”, Muchacho en llamas”, entre otras.

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Se dice que “Compadre Lobo” fue la primera novela mexicana escrita en una computadora. En 1975, Gustavo Sainz se contactó con IBM México para que le prestaran un procesador para escribir el libro. Tres años después, adquiriría a un precio estratosférico (14 mil dólares) su primera computadora.

Gustavo Sainz destaca por el retrato que realiza en su obra de los jóvenes y otros personajes citadinos, alejado completamente de los convencionalismos de la clase media alta o los adultos, con un toque de humor cáustico, separándose del mainstream de la literatura tradicional.

René Avilés Fabila

Aunque algunos críticos y escritores consideran que parte de la obra de René Avilés Fabila se enmarca en el movimiento literario de la Onda, él siempre lo negó.

En alguna ocasión, en una charla con Reinhard Teichmann, en 1987, Avilés Fabila negó pertenecer a la Onda, “porque Margo Glantz dio la definición de una manera muy superficial, sin tomar en cuenta la totalidad de los autores de esa época, ni sus obras”.

Pese a todo, René perteneció a esa generación que encumbró a escritores como José Agustín, Parménides García Saldaña, Gustavo Sainz, Orlando Ortiz, Alejandro Aura, entre otros, y siempre se caracterizó por ser “culturalmente incorrecto” (nombre con el que, por cierto, ‘bautizó’ a su programa que se transmitía en Radio UAM y el cual dirigió hasta el último de sus días).

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La inserción del maestro Fabila a la literatura de la Onda se debe a la crítica que realizaba a modelos establecidos, como la que hace en “Los Juegos” (1967) a los monopolios culturales que están en manos de “intelectuales orgánicos”, lo cual lo convierte, a los ojos de muchos, en contracultural.

De la misma manera en que criticó al sistema, el maese René Avilés Fabila le entró de lleno a la literatura amorosa, el cuento fantástico y las tradiciones del México prehispánico.

Entre sus obras más importantes se encuentran “El gran solitario de palacio” (para muchos, la novela cumbre del movimiento del 68); “El amor intangible”, “Cuentos de hadas amorosas y otros relatos” y “Bestiario de seres prodigiosos”, entre otros más.

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