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Jaime Munguía consuma la revancha ante Bruno Surace

| 20:15 | Eduardo Ayala | Uno TV
Jaime Munguía venció por decisión unánime al francés Bruno Surace, en Riad, Arabia Saudita, y consumó la revancha.
Jaime Munguía venció por decisión unánime al francés Bruno Surace. Foto: AFP

Por fin, la historia se escribió como debía: con el brazo de Jaime Munguía en alto. En una noche intensa en Riad, Arabia Saudita, el tijuanense venció por decisión unánime al francés Bruno Surace, cerrando así un capítulo pendiente desde aquella inesperada sacudida en Tijuana.

La arena vibró en el combate pactado a 12 asaltos. Esta vez, no hubo margen para sorpresas. Munguía, más concentrado, más maduro, y mejor preparado, impuso su ritmo desde el primer campanazo. Los jueces fueron claros: 116-112, 117-111 y 117-111. La victoria era suya, y nadie discutía el veredicto.

El recuerdo del 14 de diciembre de 2024 aún pesaba. En el Estadio Caliente de Tijuana, Munguía llegó como favorito por experiencia y potencia. Enfrente, un Bruno Surace casi desconocido en el circuito internacional, al que muchos ya veían como víctima segura. Pero el francés sorprendió, complicando al mexicano especialmente en el sexto round y dejando la promesa de una revancha inevitable.

Desde el primer round, Munguía mostró determinación. Con buena defensa y paciencia, comenzó sumando puntos mientras estudiaba a su rival. El segundo asalto confirmó esa tendencia: precisión, control del ring y golpes al cuerpo que empezaban a hacer mella en Surace.

Pero no todo fue dominio absoluto. En el tercer y cuarto round, el francés logró conectar con su gancho derecho. Fue un recordatorio de que Surace seguía siendo peligroso.

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Munguía respondió en los rounds siguientes con más inteligencia que ímpetu. Su estrategia fue clara: castigar el cuerpo, cerrar los espacios y evitar el error que le costó caro en su primer enfrentamiento. El round 6 volvió a ser clave, pero esta vez el tijuanense lo ganó con autoridad. No solo sobrevivió al fantasma de Tijuana, lo exorcizó con cada golpe al torso del francés.

Para el noveno asalto, la ventaja de Munguía era evidente. El ritmo, la contundencia y la energía seguían de su lado. En cambio, Surace comenzaba a acusar el castigo, especialmente en los costados. Cada golpe al cuerpo era un ladrillo más en el muro de la victoria.

El rincón del mexicano fue pieza fundamental. La voz de su entrenador lo mantuvo enfocado y ajustó detalles vitales en el momento justo. 

Con esta victoria, Jaime Munguía no solo vengó una espina clavada, también reafirmó su lugar en la élite del boxeo. El mensaje fue claro: este es un peleador que aprende, se adapta y vuelve más fuerte.

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