Día del Niño en México: cómo ha cambiado el juego desde los años 30 hasta hoy
El Día del Niño en México se celebra desde hace más de un siglo, pero no todos lo han vivido igual. Desde los que jugaban con ramas y piedras en los años 30, hasta los que hoy celebran con videojuegos, celulares y hamburguesas con juguete, la infancia ha cambiado… aunque el espíritu de juego sigue ahí.
En Unotv.com hablamos con personas de todas las generaciones, desde los sabios de la Generación Silenciosa hasta los niños que todavía van a la escuela y se dedican a soñar e imaginar.
La evolución del Día del Niño en México
Desde 1916, el Día del Niño en México es una fecha para celebrar la infancia. Pero a lo largo de las décadas, la forma de jugar y celebrar ha cambiado con cada generación:
- Generación Silenciosa (1930-1945): sin televisor ni juguetes comerciales.
- Baby Boomers (1946-1964): juegos en la calle, sin tanta supervisión.
- Generación X (1965-1980): aparición de juguetes de plástico, caricaturas y TV.
- Millennials (1981-1996): videojuegos, coleccionables, películas animadas.
- Generación Z y Alfa (1997-actualidad): celulares, Roblox, YouTube Kids.

“Jugábamos con ramas”: así era ser niño en los años 30 y 40
Jesús tiene 91 años, nació en 1934 cuando Abelardo Rodríguez era presidente en México y cinco años antes de que empezara la Segunda Guerra Mundial. ¿Con qué jugaba?
“Desde chiquitos jugábamos béisbol con pelotas de trapo y agarrábamos una rama de mezquite. Con eso bateábamos los chamacos”.
Jesús, 91 años (Generación Silenciosa)
Al no tener televisión, invento que llegó al país cuando tenía 13 años y al que no tuvo acceso por su situación económica, Jesús pasaba su tiempo ayudando a su padre en los campos de Irapuato.
“Jugábamos en ductos de dos pisos”: Baby Boomers y los juegos al aire libre
Ana y Silvia, ambas de la generación conocida como “Baby Boomers“, tampoco tuvieron al televisor como parte de su infancia. ¿El resultado? Jugaban en la calle por horas hasta que caía la noche.
Silvia reconoce que jugaba cerca de lugares peligrosos, como un ducto con una altura de dos pisos. “Gracias a Dios nunca nos pasó nada”. Pero también es clara al expresar su tristeza al ver que los niños actuales no salen a jugar.
“A mí me da mucha tristeza que los niños de hoy no no jueguen como nosotros jugamos. Por eso hay tantas enfermedades como obesidad, ya se enferman de todo. Antes brincábamos y corríamos. Yo ni siquiera tuve televisión cuando era chica. Entonces, creo que era más sano.”
Silvia, 75 años (Baby Boomer)

“Armábamos pistas con tierra”: los niños de la Generación X
José, un trabajador de 52 años, es casi medio siglo menor que Jesús, pero comparten algo: el juego era parte de él, con lo que podía. Tenía cochecitos de juguete, pero eso era suficiente, armaban carreritas en pistas armadas por él y sus amigos.
Otra cosa que José, miembro de la Generación X, comparte con sus predecesores es la fiel creencia de que a las nuevas generaciones les falta la experiencia de jugar en la calle.

“Mi generación ha sido la culpable de que no salgan tanto a jugar. Creo que eso sí ha sido malo para las para las nuevas generaciones porque ya tienen demasiada tecnología, la cual no es mala, pero todo en exceso causa un daño”, reconoce.
Millennials y Generación Z: los juegos y los juguetes siguen
Los “niños retirados” son diferentes a los “niños debutantes“, eso es un hecho. Lo curioso es que hay juegos que no cambian, se mantienen, o al menos hasta la Generación Z.
Fabiola, una millennial de 32 años, jugaba al avioncito, lo mismo que Ana Karina, una joven de 18 años. Catorce años de diferencia entre ambas, pero los juegos eran los mismos. Quizás es porque no son nativas tecnológicas.

Catorce años es mucho tiempo, transcurren dos sexenios presidenciales, pero 40 años significan más cambios. Sin embargo, Silvia jugaba con muñecas, Ana Karina también y, contrario a lo que piensa la primera, la joven de la Generación Z sabe más de juegos de lo que cualquiera podría imaginar.
“Yo jugaba al avioncito; los juegos de manos como ‘Pikachu, pica arriba, pica abajo’, el del mercado, la bomba, la torre… Me gustaban mucho los columpios y había uno que no me acuerdo bien su nombre, pero era de países, de declarar la guerra en contra de mi peor enemigo, y también jugaba al listón”.
Ana Karina (Generación Z)

Y pasa lo mismo con los millennials, la cara viva del cambio y la adaptación. Alexis, un adulto joven de 30 años, tiene tan arraigados los juguetes que sigue coleccionándolos.
Pero eso sí, seguir comprando juguetes no es un trauma de su niñez, o al menos eso dice él. “Colecciono juguetes porque me gusta, no creo que sea un vacío que tengo, sé que hay niños que tienen carencias emocionales y materiales, pero simplemente es algo que me gusta”, señala.

Los jóvenes y sus juegos: bienvenidos los videojuegos
Jesús no hubiera podido imaginar la palabra PlayStation cuando era niño, de hecho, nunca llegó a entender los videojuegos. Y sin darse cuenta, los niños a los que después crió dejaron los juguetes por las consolas.
Su nieto mayor creció jugando “FIFA 06” en un XBOX clásico en el cuarto junto al suyo; uno de sus nietos menores, Samuel, de 15 años, ni siquiera se imagina jugar con títulos físicos, lo descarga todo.
“Yo juego con la Nintendo Switch, más que nada juegos gratuitos normalmente. Estos están en tienda en línea. Yo más que nada los que compro son en línea. En físico casi no”.
Samuel (Generación Z)

¿Vas entendiendo el punto? El videojuego es sinónimo del joven (de edad o de alma), pero éste también cambia todo el tiempo. Ángel, de 26 años, iba a una cadena que hoy es un fantasma, Blockbuster, ahí rentaba sus juegos.
“Recuerdo cuando existía todavía el Blockbuster y tenías que ir a rentar los videojuegos, no era tan fácil como ahora. Era casi siempre ir a rentar, te lo daban unos 5 o 6 días y lo tenías que devolver”, señala.
De coleccionar juguetes a Roblox: así juegan los niños hoy
Las diferencias entre un Millennial y un joven de la Generación Z no son tan marcadas; podría parecer que los nuevos niños, los de la Generación Alfa, son un mundo distinto, pero tal vez solo cambian de herramientas.
Santiago tiene 10 años, pero claro que conoce los videojuegos; sigue siendo un niño, pero no conoce el término Atari o Game & Watch; sin embargo juega. ¿Cómo? Con un celular.
La consola se ha quedado atrás, el smartphone es el Nintendo, el XBOX y el PlayStation al mismo tiempo.
“Mi juego favorito es Roblox porque tiene muchos juegos, hay muchos juegos en Roblox, que crean los creadores y otras cosas”.
Santiago (Generación Alfa)

Pero los más jóvenes no han dejado las calles. Quizás a Silvia le decepcione, o a lo mejor le regrese la esperanza por la infancia, saber que Michelle, una niña de ocho años, no ha dejado de jugar al aire libre.
Su padre se ha encargado de recordarle que la vida también está afuera y la lleva a montar a caballo. Esta niña de la Generación Alfa también juega con juguetes, como Silvia, Fabiola y Karina.

“Tengo un caballo de juguete que me lo compraron mis papás. Y tengo otro caballito que igual me lo compraron mis papás.”, dice Michelle.
- Dato curioso: la primera Barbie salió en 1959 y las muñecas han formado parte de la civilización humana por milenios. Así como los videojuegos, no se crean ni se destruyen, sólo se transforman y suben de precio. Los juguetes, como la infancia, no pasan de moda nunca.

Día del Niño: todos fuimos niños, pero no los mismos niños
Hasta aquí, parece que la infancia siempre es linda, pero no. Lupita pertenece a la Generación X. Parecería que todos los niños juegan y se divierten, pero al menos para ella, la infancia transcurrió en hospitales.
“Yo fui una niña muy enfermita (…) me tocó estar con sondas, se me reventaban las venas y me tenían que poner catéteres en mis bracitos. Entonces era muy doloroso y como me quedaba solita en el hospital, no había con quién jugar a veces”.
Lupita (Generación X)
Extrañamente, a pesar de eso, no se atreve a decir que su infancia fue triste. Fue complicada, pero alegre. Incluso recuerda cuando, en el hospital, sólo le daban mangos y ella los guardaba para su familia; sus papás y hermanas, en recompensa, también se los guardaban para cuando saliera del hospital.
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Lo mismo pasa con Anita, una abuela orgullosa de 77 años, quien incluso vio sus ilusiones romperse desde muy pequeña, pero hoy no se arrepiente.
“Mi abuelita me dijo que si le ayudaba, los Reyes Magos me iban a traer una muñeca, llegó el 6 de enero y la muñeca nunca llegó. Yo le pregunté por qué los Reyes no me trajeron esa muñeca que me habían prometido. Y me dijo: ‘Te trajeron una cartita’. Yo busqué esa cartita mucho tiempo y nunca la encontré”.
Anita, 77 años (Baby Boomer)
Anita adora a su abuela, pero ella se dedicó a ser mejor con sus nietos. A pesar de que su nieto mayor ya tiene 26 años, sigue dándole un regalito cada 30 de abril. Ella no lo sabe, pero él vive agradecido cada día por eso.
La propia Silvia, quien creció sin un papá y mamá presente, nunca diría que no fue feliz. Eventualmente, esa tristeza se convirtió en la alegría de sus nietos.
“Yo a mis nietos los amo con todo mi corazón y deseo que sean muy felices, aunque ya casi todos están grandes, ya no son tan niños, pero yo los amo y los veo como chiquitos, siempre los voy a ver como niños”, reconoce.
El Día del Niño cuando no se festejaba
El Día del Niño se reconoció en 1916 en México y la lógica dictaría que, desde entonces, cada 30 de abril es motivo de fiesta hasta en la última casa del país sin importar la época. Pero no.
Desde las mujeres Baby Boomers hasta los alocados de la Generación Z, es posible que no hayan vivido una sola fiesta del Día del Niño, y no lo recuerdan con tanto rencor.
“En mi casa no nos festejaban porque mis papas nunca estaban”, dice Silvia. “No era un festejo tan importante en mi casa porque más bien lo vivía más en la escuela.”, coincide Alexis.
El Día del Niño es una celebración en ascenso
Pero, conforme pasa el tiempo, parece que los niños se vuelven un poco más niños gracias a sus padres que, al no tener fiestas tan grandes en su infancia, se dedican a cambiar su pasado en el futuro de sus hijos.
Karina, hija de Lupita, recuerda cada Día del Niño con amor; incluso aún con 18 años, su familia sigue haciéndole una fiesta a ella y sus primos. ¿Qué mejor manera de recordar que vivir?
“Mi abuelita siempre nos organizaba una fiesta en la que mi tía, ella y mi mamá hacían varios jueguitos. El juego de la silla, el juego de los globos y nos daban juguetes”, señala Karina.

No es casualidad que Santiago y Michelle vivan cada 30 de abril con amor, en uno de sus días favoritos de todo el año.
“Esta vez el Día del Niño me lo van a festejar y va a ser muy padre. Porque me voy a subir a un tren y nos vamos a mojar con agua, lo mejor de todo. Y también me van a dar una cajita feliz donde trae hamburguesas, papas y un juguete sorpresa”, dice Michelle.
La infancia regresa: ahora a través de los hijos y nietos
El hecho de que una madre que no tuvo Día del Niño se lo celebre a su hija con devoción es solo un ejemplo de cómo las carencias se esfuerzan por no volver.
Para Fabiola, quien nunca festejó el 30 de abril, su infancia volvió cuando nació Lucyana, su primogénita. Desde sus palabras, todo lo que no tuvo ella, procura que su hija lo tenga y, si se puede, multiplicado por mil.
“A mi hija, todo lo que se me pare enfrente se lo compro y creo que le doy más cosas de las que necesita, pero eso está bien. A mí me hace muy feliz verla feliz y aunque la acumulo de cosas, todas las disfruta mucho y es una etapa que no se va a volver a repetir. Solamente va a ser niña una sola vez”.
Fabiola (Millennial)

Alexis, quien era un niño problemático en la primaria, recuerda con dolor el trauma del cambio, pero la niñez también volvió a él cuando nació Aura Paulina, su hija.
Lo que tal vez no disfrutó en su propia niñez lo está disfrutando al ver a su hija crecer. Ella solo tiene dos años, pero él ha estado en cada paso.
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“Ver a mi hija o ver a mi hija crecer me está haciendo muy feliz porque estoy viendo su inocencia y me gusta formar parte de los recuerdos o incluso yo formar parte del juego”, dice Alexis.
La infancia no es una cosa que diga adiós para siempre, vuelve como Alf, en forma de fichas o en forma de un nuevo niño.
Jesús no volvería a ser un infante, porque ya vivió la infancia de sus siete nietos y para él, eso es mejor que regresar atrás. “Soy de los más felices padres, de los más felices abuelos. Mis nietos nos nos quieren. Mis hijos nos quieren. ¿Para qué ser niño otra vez si soy un padre y abuelo feliz?“.




