¿Quién es la llorona? La leyenda que asusta a México desde hace siglos

Vestida de blanco, ella deambula por las calles mientras se lamenta con dolor por la pérdida de sus hijos, la mayoría de los mexicanos conocen su leyenda, pero quién es La llorona, aquella fantasmagórica mujerque asusta a México desde hace siglos.

El escritor Artemio de Valle Arizpe fue uno de los primeros escritores en preguntarse quiénes La llorona, esa alma en pena que ha provocado miedo y zozobra en México desde mediados del siglo XVI.

México estaba aterrorizado por aquellos angustiosos gemidos”.

En su libro “Historia, tradiciones y leyendas de calles de México”, el escritor señala que existen varias versiones de la leyenda de La llorona.

“Unos decían una cosa, y otros, otra muy distinta”.

Algunos creían que era una viuda que se quitó la vida por amor, otros contaban que un marido celoso la asesinó con un puñal y no faltaba quien aseguraba que La llorona era la célebre doña Marina, la Malinche, señala Arizpe.

“La Malinche venía a este suelo con permisión divina a henchir el aire de clamores, en señal de un gran arrepentimiento por haber traicionado a los de su raza”.

Pero no es el único que  se ha preguntado quién es La llorona, incluso han asegurado que se trata de una diosa prehispánica, o al menos así lo dejan ver los textos de fray Bernardino de Sahagún, quien relata cómo la diosa Cihuacoatl enumeró los presagios de la llegada de los españoles y la destrucción de la capital azteca.

“El sexto pronóstico fue que de noche se oyeran  voces muchas voces como de una mujer angustiada y con llanto decía: ¡Oh, hijos míos, que ya ha llegado vuestra destrucción!”.

Arizpe la describe como una mujer  “envuelta en un flotante vestido blanco y con el rostro cubierto con un velo”.

“¡Ay, mis hijos!”

Hoy en día existen varias versiones de la leyenda de La llorona, pero todas coinciden que se trata de una mujer, que luego de ser traicionada por un hombre asesinó a sus hijos. Un alma en pena que recorre las calles gritando “¡Ay, mis hijos!”.

“Los corazones se vestían de temor al oír aquel lamento largo, agudo, que venía de muy lejos e iba acercándose, poco a poco, cargado de dolor”.

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