CDMX bajo el agua: junio de 2025 rompió récords de lluvia no vistos en 50 años

La Ciudad de México (CDMX) vivió en junio de 2025 un fenómeno climático sin precedentes en más de cinco décadas. De acuerdo con datos del Gobierno capitalino, se acumularon cerca de 337 millones de metros cúbicos de agua, equivalentes a 226 mm de precipitación en su superficie total de 1,485 km². Esta cifra supera con creces el promedio histórico mensual de 130 mm y coloca al mes como uno de los más lluviosos en la historia reciente.
El doctor Jorge Zavala, director del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático (ICAyCC), explicó a UNAM Global que las lluvias de junio fueron no solo intensas, sino constantes, con precipitaciones prácticamente todos los días en alguna parte de la ciudad.
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Ciclones tropicales, los grandes responsables
Uno de los factores clave fue la inusual actividad ciclónica en el océano Pacífico y el Golfo de México. Desde el 15 de mayo se formaron seis sistemas tropicales —Alvin, Bárbara, Cosme, Dalila, Eric y Flossie— cuya frecuencia y simultaneidad resultaron excepcionales. Aunque no todos impactaron directamente al país, su cercanía generó grandes volúmenes de humedad que derivaron en lluvias persistentes sobre gran parte del territorio, incluida la capital.
Dos de ellos, Eric y Flossie, se convirtieron en huracanes de gran intensidad. Eric tocó tierra cerca de los límites entre Oaxaca y Guerrero, desencadenando precipitaciones torrenciales que afectaron indirectamente a la CDMX.
Días críticos: lluvias en lapsos extremos
El 29 de junio fue uno de los días más intensos: en solo 24 horas se registraron hasta 107 mm de lluvia en algunas zonas. También destacó el 2 de junio, con lluvias generalizadas e intensas. Estos eventos se encuentran en el percentil más alto de precipitaciones jamás registradas, incrementando significativamente el riesgo de inundaciones.
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Zavala subrayó, en la publicación de UNAM Global, que el drenaje urbano y el suelo compactado de la capital no están preparados para manejar volúmenes tan altos en tan poco tiempo, lo que explica los frecuentes encharcamientos y daños.
Infraestructura fuerte, pero desigual
Obras como el Túnel Emisor Oriente (TEO) y el Túnel Emisor Central han sido clave para evitar inundaciones catastróficas. Sin embargo, la cobertura no es uniforme. Zonas como Chalco, construidas sobre antiguos lagos y sin planeación adecuada, presentan alta vulnerabilidad.
A esto se suma el problema del mantenimiento insuficiente de coladeras y redes de drenaje, muchas veces obstruidas por basura. “Una infraestructura potente no sirve de mucho si está bloqueada o si no hay educación ciudadana”, advirtió el especialista.
Prevenir, no solo reaccionar
Uno de los mensajes del Dr. Zavala fue la urgencia de abandonar la lógica reactiva frente a las lluvias extremas y adoptar una cultura de prevención. Algunas acciones clave incluyen:
- No tirar basura en las calles.
- Proteger áreas verdes y de infiltración.
- Invertir en drenaje local en zonas vulnerables.
- Realizar desazolves preventivos.
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Aunque los modelos meteorológicos permiten anticipar eventos con días de antelación, la respuesta institucional aún es lenta, lo que deja a muchas comunidades en riesgo.
Controlar la velocidad del agua: una nueva estrategia
Más allá del volumen, preocupa la velocidad con la que el agua escurre hacia zonas bajas. Expertos proponen medidas como reforestar barrancas, construir terrazas de contención y diseñar infraestructura que reduzca la velocidad del flujo, dando margen de reacción al sistema de drenaje y a los equipos de emergencia.
El problema es nacional… y creciente
El fenómeno no se limitó a la capital. Según el Servicio Meteorológico Nacional, las lluvias de junio superaron en 51.3% el promedio nacional, afectando con fuerza a estados como Veracruz, Oaxaca y Yucatán. En el sur del país, la intensidad de estos eventos es incluso mayor, con registros de hasta 150 mm en un solo día.
Zavala advierte que esta alta variabilidad —entre años secos y húmedos extremos— es síntoma del cambio climático, que también ha intensificado olas de calor y sequías, como la vivida en junio de 2023.
Adaptarse o enfrentar el desastre
El mensaje final es contundente: no hay marcha atrás. Eventos que antes eran excepcionales ahora son frecuentes. Para enfrentar un clima cada vez más extremo, se requiere una estrategia integral que incluya infraestructura, ordenamiento urbano, monitoreo climático y educación ambiental.
“Ya no se trata de si va a volver a pasar, sino de cuándo. Y lo que hagamos ahora determinará qué tan preparados estaremos la próxima vez”, concluyó Zavala.
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