Juan Luis enfrenta secuelas físicas y emocionales a un mes de la explosión en el Puente de la Concordia

| 02:10 | Sandra Moreno | UnoTV

Juan Luis Cervantes sobrevivió a la explosión de una pipa en el Puente de la Concordia, en Iztapalapa, pero las secuelas de las quemaduras siguen presentes en su cuerpo y en su mente. A un mes del accidente, el joven se somete a tratamientos para regenerar la piel y evitar un injerto, mientras enfrenta el largo proceso de recuperación.

  • “Me dijeron que en una semana puede que ya me quiten esto, si ven que se está regenerando o está la posibilidad de que le pongan un injerto”, cuenta Juan Luis, quien ahora vive con el recuerdo constante del fuego y la esperanza de volver a su vida normal.

De acuerdo con Elizabeth Mendoza, especialista en Medicina Crítica, las quemaduras de tercer grado son de las más peligrosas, ya que al perder el espesor de la piel se presentan complicaciones graves: fallas en la regulación de la temperatura, pérdida de líquidos y electrolitos, y afectación de órganos vitales.

  • “Las complicaciones inmediatas son principalmente el estado de choque por pérdida de líquidos y temperatura; un organismo no sobrevive en hipotermia”, explicó la especialista, quien subraya que la muerte puede ser inminente cuando los sistemas del cuerpo comienzan a fallar.

Entre quienes logran sobrevivir, las secuelas físicas son profundas: cicatrización queloide, pérdida de movilidad y pérdida de sensibilidad en la piel, según datos de la Secretaría de Salud de la Ciudad de México.

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El cirujano plástico Erick Márquez señala que una de las secuelas más graves es la cicatrización retráctil, la cual limita el movimiento de las articulaciones como el cuello, los hombros, los codos, las rodillas y las manos.

“Las manos, una quemadura en los dedos, se pueden pegar o retraer, y eso modifica las articulaciones; son las primeras que tenemos que tratar en el paciente quemado”, explicó.

Por ello, los pacientes deben ingresar a centros de rehabilitación donde trabajen cada articulación y aprendan nuevamente a moverse por sí mismos. Pero la recuperación no sólo es física. La atención psicológica también es vital para sanar las secuelas emocionales.

“Un accidente así genera estrés agudo y, a largo plazo, estrés postraumático”, detalló Mendoza.

El camino de Juan Luis será largo, pero mantiene la esperanza: “He pensado en todo, en los bebés que están en camino”, dice. Su motivación de ser padre lo impulsa a seguir adelante, pese al dolor y las marcas que dejó el incendio.