Desde hace 80 años, Estelita hornea pan de muerto en Mixquic
Los muros de Mixquic resguardan historias y aromas que se mezclan con la tradición del pan de muerto.
En una calle señalada por antiguas diosas mexicas talladas en piedra, se encuentra la casa de doña Estelita, una mujer que, desde hace más de 80 años, mantiene viva una de las costumbres más queridas de este pueblo de Tláhuac.
A los ocho años, su padre le enseñó a hacer bolillos, teleras, ojos de pancha y los famosos cocoles de anís. Desde entonces, no ha dejado de amasar la historia de su comunidad con la misma dedicación con la que su horno de tezontle rojo sigue encendido.
“Fuimos los primeros que empezamos con esto de la panadería, porque anteriormente acá en el pueblo no había panadería”.
Estela Arontes, panadera de Mixquic
Pan artesanal que da vida a las ofrendas de Mixquic
Cada año, cuando se acerca el Día de Muertos, el horno de Estelita cobra nueva fuerza.
En él se cuece el pan que adorna los altares del pueblo, y también los recuerdos de generaciones que han crecido con su sabor. “El hornito ya tiene sus buenos años y es puro tezontle”, cuenta la panadera, orgullosa de ser parte de la primera panadería que tuvo Mixquic.
A su lado trabaja Enrique Ortiz, su hijo menor, quien se ha convertido en el guardián de esta tradición familiar.
“Se elabora con productos naturales, sin conservadores ni químicos. La ralladura de naranja es lo que le da el sabor al pan de muerto. Nosotros somos la cuarta generación que seguimos este bonito arte de hacer el pan. Aprendí por parte de mis abuelos, mis padres que nos enseñaron, mis hermanos”.
Enrique Ortiz, panadero de Mixquic
Tradición familiar que resiste al paso del tiempo
Enrique representa la cuarta generación de panaderos de su familia. Además de hornear, lucha por conservar el significado espiritual del pan tradicional frente a la industrialización.
“El círculo del pan simboliza el ciclo de la vida y la muerte; los huesitos son los cuatro puntos cardinales. Pueden ajustar el sabor, si lo quieren más dulce o con más naranja”.
Enrique Ortiz, panadero de Mixquic
Sus clientes pueden observar el proceso completo e incluso aprenderlo:
“Traen su material, su mantequilla, su huevo, su azuquítar, su sabor, anís, que le van a echar, lo están viendo”.
Estela Arontes, panadera de Mixquic
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Mixquic, tradición más allá del Día de Muertos
Aunque la demanda aumenta en la temporada de muertos, la familia sobrevive el resto del año gracias a sus clientes fieles que llegan desde Iztacalco, Milpa Alta, Tecómitl, Chalco y San Juanico.
“Mixquic no sólo es el Día de Muertos —dice Enrique—; aquí todavía hay muchas costumbres, una de ellas es el pan artesanal.”
Panaderos de Mixquic
Doña Estelita y su familia siguen horneando cada madrugada el pan que ha hecho de Mixquic un referente de identidad, fe y tradición mexicana.




