Este es el mejor truco para evitar el “cerebro congelado” al comer helado

| 15:06 | Aldo Flores - Agencias | Europa Press
cerebro congelado
¿Cómo evitar el famoso “cerebro congelado”? Foto: Shutterstock

Disfrutar de un helado en verano es uno de los placeres más simples pero reconfortantes, pero muchas personas han experimentado una molestia que puede arruinar ese momento dulce: una punzada aguda y repentina en la cabeza, conocida popularmente como “cerebro congelado”.

Aunque esta sensación parezca extraña o incluso sin sentido, la ciencia tiene una explicación muy clara, y lo más curioso, es que el remedio que recomiendan muchas abuelas, comer el helado lentamente, realmente funciona, según expertos en salud.

El anestesista y divulgador médico David Callejo, @davidcallejo10 en Instagram, conocido por explicar temas de salud de forma accesible, abordó este fenómeno en uno de sus recientes videos. 

Según detalla, esta molestia se debe a una reacción del cuerpo ante el frío extremo que entra en contacto con el paladar al consumir helado, bebidas muy frías o granizados.

¿Por qué se produce el llamado “cerebro congelado”?

Cuando el frío toca el paladar, los vasos sanguíneos en esa zona y en la cabeza se contraen súbitamente. Este proceso, llamado vasoconstricción, reduce temporalmente el flujo sanguíneo. 

Como el cerebro es un órgano que depende de un flujo constante de sangre, responde rápidamente a este cambio, ¿cómo? Provocando lo contrario, una vasodilatación repentina, donde los vasos se abren para recuperar el riego, ese cambio abrupto es lo que provoca el dolor de cabeza momentáneo.

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Este fenómeno ocurre con más frecuencia en personas que han tenido migrañas y en adolescentes, ya que su sistema nervioso reacciona con más intensidad a los estímulos sensoriales extremos.

El truco que siempre funcionó

La solución es tan simple como eficaz, comer el helado despacio y calentarlo un poco con la lengua antes de tragarlo. Esta técnica, la cual es la típica recomendación de abuelas, ayuda a reducir el contraste de temperatura, evitando así la reacción vascular que desencadena el dolor.

“Como tantas otras veces, la abuela tenía razón”, concluye Callejo.

Y lo mejor de todo es que este efecto no deja secuelas ni supone ningún riesgo para la salud. Es una reacción natural y pasajera del cuerpo que, con un poco de precaución, se puede evitar por completo.

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