Flor de calabaza, alimento prehispánico que colorea campos y platillos mexicanos

Sus pétalos son tan coloridos como tímidos; se esconde bajo las hojas verdes de la calabaza, allí la encuentra Virginia Ramírez, agricultora de la alcaldía Tláhuac.

“La flor de calabaza tiene que cortarse muy temprano, entre siete y ocho de la mañana, más o menos, para que de esta manera se vea bonita, esté totalmente abierta y sea atractiva para la persona que la va a consumir”, señala la productora.

La flor de calabaza brota y colorea las tierras fértiles de la Ciudad de México (CDMX), como ofrenda al agua que viene del cielo, dice Margarita Armendáriz, habitante de las chinampas.

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“Empieza con un color verde en los sembradíos; la flor, que es color amarillo, también sirve para polinizar a las abejas; es un color bonito y conforme va cayendo la temporada de lluvia empieza a florecer”, detalla Margarita.

Junto con las calabacitas, el maíz y el frijol, la flor es parte de la dieta básica de los pueblos originarios de México, recuerdan Areli Hernández, comerciante, y Margarita, habitante de la chinampa.

“En las quesadillas, le echan epazote, le echan picante o así al vaporcito. Flor de calabaza, calabaza y elote… Muchos aquí la conocen como sopa Tlahuica y a otro nivel la llegan a llamar sopa de la milpa”, refieren.

  • La planta es también fuente de calcio, fósforo y potasio. Es nutritiva, barata y orgánica, destaca Areli.

“Cuestan 15 pesos el manojo, viene ‘fresquecita’, trae de 20 a 22 flores. Se vende en las mañanas de 10 a 12 o 1 de la tarde”, señala la comerciante.

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“Una característica importante de nosotros es que no usamos químicos y a través de las capacitaciones o cursos hacemos nuestros propios preparados o insecticidas para no afectar el medio ambiente”, señala la agricultora Virginia Ramírez.

Hasta octubre, la flor de calabaza pinta de amarillo los campos y los platillos de los mexicanos, asegura Virginia: “mientras haya lluvia y sol vamos a tener la producción de flores”.

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