¿Podría haber una mujer al frente del Vaticano? Esto dice la Iglesia católica
Con la muerte del Papa Francisco y la elección de un nuevo pontífice, resurgen dudas sobre si una mujer podría llegar al máximo cargo de la Iglesia.
La reciente muerte del Papa Francisco ha reavivado una pregunta que cada vez más fieles y personas interesadas en la Iglesia católica se hacen: ¿puede una mujer ser elegida como Papa? La respuesta oficial del Vaticano es clara: no, por ahora.
¿Por qué una mujer no puede ser Papa?
Según el Derecho Canónico y la tradición católica, el Papa debe ser un hombre ordenado obispo. Actualmente, las mujeres no pueden ser ordenadas sacerdotes, lo que a su vez les impide llegar a ser obispos, cardenales y, en consecuencia, Papas. Esta normativa excluye por completo la posibilidad de que una mujer sea electa como líder máximo de la Iglesia.
Esta postura fue ratificada por el Papa Juan Pablo II en 1994, cuando en su carta apostólica Ordinatio Sacerdotalis afirmó que la Iglesia “no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres”.
¿Puede cambiar esta norma?
Sí, pero requeriría una reforma profunda del Derecho Canónico y un cambio en la doctrina católica. Algunos teólogos y sectores progresistas dentro de la Iglesia han propuesto revisar este punto, aunque enfrentan la fuerte oposición de los sectores más conservadores. Por el momento, no hay señales claras de que esa reforma vaya a concretarse en el corto plazo.
Avances femeninos en el Vaticano
Durante su pontificado, el Papa Francisco promovió una mayor inclusión femenina. En 2025, nombró a Simona Brambilla como prefecta de un dicasterio, convirtiéndose en la primera mujer en liderar un ministerio vaticano. Asimismo, Sor Raffaella Petrini ocupa un alto cargo como secretaria general de la Gobernación del Vaticano.
¿Y la historia de la Papisa Juana?
Una leyenda popularizada en el siglo XIII narra que una mujer, disfrazada de hombre, habría llegado a ser Papa, pero fue descubierta tras dar a luz públicamente.
Sin embargo, el Vaticano y los historiadores rechazan esta historia, calificándola como una fábula sin fundamento histórico.
