¿Los gatos y los perros han evolucionado para parecerse entre ellos? Esto dice la ciencia

Aunque los gatos y los perros están separados por más de 50 millones de años de evolución, algunas de sus razas modernas comparten un parecido sorprendente. Y no se trata solo de una coincidencia, la ciencia revela que la domesticación podría estar detrás de esta inesperada similitud.
El análisis reveló que, a pesar de sus orígenes distintos, razas como el gato persa y el pug muestran formas craneales muy parecidas. ¿La razón? La cría selectiva impulsada por los humanos.
De la divergencia a la convergencia evolutiva
En biología evolutiva, es común que las especies se diferencien con el tiempo a través de la divergencia: un proceso que lleva a organismos con un ancestro común a desarrollar rasgos distintos. Sin embargo, también ocurre lo contrario: la convergencia evolutiva.
Esta sucede cuando especies no relacionadas, sometidas a presiones similares, terminan desarrollando características parecidas.
En el caso de los gatos y los perros, la selección intencional y no intencional por parte de los humanos ha impulsado una convergencia en sus estructuras craneales.
Muchas razas domésticas han evolucionado para parecerse entre sí, independientemente de su linaje evolutivo.
Gatos que parecen perros (y viceversa)
El estudio de Drake incluyó razas de gatos como el siamés, el maine coon y el persa, junto con más de 100 razas de perros, desde los carlinos de hocico corto hasta los collies de hocico alargado.
Los resultados muestran que, mientras los cánidos salvajes como lobos y zorros mantienen un cráneo más uniforme y alargado, y los félidos salvajes presentan una mayor variación natural, sus versiones domesticadas han ampliado su diversidad craneal, y a veces, hasta se imitan.
Es así como hoy existen gatos criados para parecerse físicamente a razas de perros como los bully XL, lo que plantea serias preguntas sobre los límites de la manipulación genética en nombre de la estética.
¿Por qué los humanos tienden a preferir mascotas de “cara plana”?
Todo apunta a un sesgo evolutivo: estamos programados para responder positivamente a rasgos infantiles como ojos grandes, narices pequeñas y cabezas redondeadas. Estas características, comunes en bebés humanos, despiertan nuestro instinto de cuidado y protección.
Muchas razas de gatos y perros han sido criadas precisamente para exagerar estos rasgos, aprovechando lo que se conoce como “desencadenantes sociales”.
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Son señales físicas que activan comportamientos de cuidado en los adultos, como sucede también en algunas aves, cuyos polluelos estimulan a sus padres a alimentarlos con marcas en el pico.
Aunque estos rasgos pueden hacer que los animales nos parezcan más adorables, también tienen un costo.
Problemas de salud y el llamado al cambio
En 2024, el Comité de Bienestar Animal del Reino Unido expresó su preocupación por las consecuencias de la cría selectiva extrema en perros y gatos. Según sus informes, la selección de rasgos exagerados,como las caras extremadamente planas, ha generado un aumento en los problemas respiratorios, neurológicos y reproductivos en muchas razas.
El comité recomendó que los animales con condiciones hereditarias graves no se utilicen para la cría y urgió a establecer una regulación más estricta en este ámbito.
¿Estamos cruzando un límite?
La domesticación ha demostrado que los humanos pueden moldear la naturaleza de forma acelerada, superando millones de años de evolución en pocas décadas. Al elegir mascotas que se parezcan a nuestros propios bebés, sin darnos cuenta, podríamos estar perpetuando características que comprometen su bienestar.
Comprender cómo nuestras preferencias afectan a las especies que criamos es clave para proteger su salud. Y aunque perros y gatos puedan parecerse más de lo que creemos, no debemos olvidar que sus necesidades son muy distintas.