A 40 años del sismo de 1985: lo que aprendimos y lo que falta

Hace 40 años, el terremoto de 8.1 grados en la escala Richter sacudió la Ciudad de México y otras zonas del país, causando la muerte de 12 mil personas y dejando más de 53 mil viviendas y edificios dañados. La tragedia transformó para siempre la manera en que el país entiende los desastres naturales y la importancia de la prevención.
¿Qué aprendimos del sismo del 85 y cómo nos preparamos ahora?
Reconstrucción y cambios en la ciudad
Tras el sismo de ese lunes 19 de septiembre de 1985, muchos edificios derruidos fueron reconstruidos o cedieron su espacio a parques y centros culturales, redefiniendo algunas colonias de la capital. Además, se implementaron nuevos reglamentos de construcción para que las edificaciones pudieran resistir movimientos telúricos de gran magnitud, incluyendo límites de altura en zonas como Roma, Condesa y Juárez, según recuerda Mayela Delgadillo para la BBC.


Se elaboraron también mapas de riesgo que permiten conocer la mecánica de suelos y determinar el tipo de construcción adecuado, así como la influencia de un edificio sobre calles y colonias completas. Sin embargo, expertos han señalado que no se revisan de manera cotidiana las condiciones de edificaciones en zonas sísmicas, un pendiente importante en la prevención.
Creación del sistema de alerta sísmica
En 1991, se estableció un sistema para vigilar los movimientos telúricos frente a las costas de Guerrero, elegido por su cercanía a la capital, la composición del suelo y la ausencia de sismos mayores a 7.5 desde 1911. Esta red de sensores detecta ondas sísmicas superiores a magnitud 5, las más peligrosas para zonas urbanas, y permite alertar a la Ciudad de México hasta 50 segundos antes de que llegue el temblor.
A partir de 2003, la red se amplió para cubrir movimientos desde otros estados ribereños al océano Pacífico, concentrando la vigilancia en la región oeste del país por la constante actividad de las placas tectónicas.
La solidaridad ciudadana: surgimiento de los “Topos”
Durante las primeras horas después del sismo, las autoridades permanecieron virtualmente paralizadas, y la ayuda dependió de miles de voluntarios que, con sus propias manos, rescataron a personas atrapadas entre los escombros.

De esos rescates improvisados surgieron organizaciones especializadas, reconocidas a nivel internacional, como el grupo Topos, que sigue participando en desastres en México y el extranjero.
Lecciones aprendidas y avances en seguridad estructural
“No se sabe cuándo ocurrirá el próximo gran temblor, pero en los últimos 30 años hay avances importantes que permiten tener una ciudad mejor preparada. ¿Hemos avanzado? Sinceramente creo que sí”, señaló un experto de la UNAM.
La última versión de las normas de construcción data de 2004, y actualmente se revisa un documento más exigente que toma en cuenta información histórica sobre sismos mayores al de 1985. Esta normativa busca reducir la probabilidad de fallas incluso ante movimientos telúricos extremos, aunque el riesgo nunca se elimina por completo.
Para garantizar su cumplimiento, se creó el Instituto para la Seguridad de las Construcciones en la Ciudad de México, encargado de revisar edificaciones clave como hospitales y escuelas. Además, expertos de la UNAM participan activamente en estudios sísmicos, actualización de normas y comités de seguridad estructural, consolidando a la universidad como líder en investigación y prevención de desastres.
Educación y cultura de prevención
A lo largo de los años, la cultura de la prevención ha cobrado fuerza: se realizan simulacros nacionales, se capacita a brigadas vecinales, se promueven kits de emergencia y se difunden alertas mediante tecnología y redes sociales.
Sin embargo, los expertos recuerdan que es fundamental que la población siga las reglas básicas de evacuación: no correr, no gritar y no empujar, para evitar accidentes durante un sismo real.

El sismo de 1985 aceleró la investigación científica en la UNAM
Tras el terremoto, el Servicio Sismológico Nacional, a cargo de la UNAM desde 1929, asumió un papel protagónico en la generación de conocimiento y en la creación de herramientas como el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED, 1988) y el Sistema de Alerta Sísmica Mexicana. El evento reveló la complejidad del comportamiento del suelo de la Ciudad de México, lo que permitió, con colaboración internacional, comprender fenómenos como el efecto amplificador de los terrenos lacustres.
Actualmente, la UNAM cuenta con cerca de 200 acelerógrafos e instrumentos que hacen de la Ciudad de México una de las urbes más instrumentadas del mundo, comparable con Tokio o Los Ángeles. Estos avances han permitido desarrollar mapas de intensidad sísmica en tiempo real, estudios de microsismicidad y proyectos de modelado de terremotos en supercómputo, fortaleciendo la formación de especialistas y la actualización de normas de construcción.
Además, la comunidad universitaria ha mantenido un papel activo en la solidaridad social, participando en brigadas de rescate, acopio y asistencia tras desastres.
Reflexión final
A 40 años del sismo de 1985, México honra la memoria de quienes perdieron la vida, aprende del pasado y se prepara para enfrentar futuros movimientos telúricos. La combinación de tecnología, normas de construcción, educación ciudadana y solidaridad demuestra que, aunque los sismos no se pueden evitar, sí es posible minimizar sus efectos y salvar vidas.
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