Aztecas no practicaron canibalismo en Zultépec: INAH

En el lugar se han encontrado varias osamentas. Foto: INAH

Luego de que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) informó a através de un comunicado sobre los hechos ocurridos en la zona de Zultépec-Tecoaque, entre enero y febrero de 1521, hace casi 500 años, por parte de los españoles contra los aztecas.

El medio británico The Guardian retomó la idea del canibalismo entre los aztecas, pero que el mismo INAH señala que no fue el caso.

Sin embargo, el INAH solo menciona que “es probable que en esas fechas fueran sacrificados los últimos cautivos de 450 —entre hombres, mujeres y niños europeos, taínos de las Antillas, tlaxcaltecas, totonacos, mayas, mestizos, mulatos y zambos— que fueron ofrendados a las divinidades prehispánicas en el sitio, a lo largo de ocho agónicos meses. Razón por la que el “Cerro de las codornices” comenzó a ser nombrado en náhuatl como Tecoaque, “donde se los comieron”.

La zona de Zultépec-Tecoaque. Foto: INAH

¿Qué es lo que informó el INAH?

Enrique Martínez Vargas, director del sitio, indica que Zultépec-Tecoaque jugó un doble papel en la historia: fue un punto de resistencia a la avanzada española y de sus aliados indígenas y, a su vez, de inicio de la conquista de México-Tenochtitlan, por lo que es particularmente significativo en este 2021 que se conmemoran 500 años de la caída de la capital tenochca.

La represalia contra Zultépec debió acometerse a principios de marzo de 1521, sin que aún pueda precisarse una fecha, señala el investigador del INAH, tras referir que el hecho se cita en fuentes como Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, y Tercera Carta de Relación, de Hernán Cortés.

En esta última, el conquistador narra que mandó a Sandoval a traer los 13 bergantines a Tlaxcala para sitiar Tenochtitlan, acompañado “con 15 caballos y 200 peones”, y que de paso “destruyese y asolase un pueblo grande, sujeto a esta ciudad de Tesuico (Texcoco), que linda con los términos de la provincia de Tascaltecal (Tlaxcala), porque los naturales de él me habían matado cinco de caballo y cuarenta y cinco peones que venían de la Villa de la Vera Cruz a la ciudad de Temixtitan (Tenochtitlan), cuando yo estaba cercado en ella, no creyendo que tan gran traición se nos había de hacer […]”.

Foto: INAH

Entre la información que los directores de la iniciativa de investigación, Martínez Vargas y Ana María Jarquín Pacheco, han podido deducir en tres décadas de trabajo en la zona arqueológica, está la relativa a que la población de Zultépec aumentó tras la captura de la caravana, pues llegó gente de Tenochtitlan para participar en los sacrificios de los cautivos y, es posible, que contara con aproximadamente 5 mil habitantes al momento de estos sucesos.

Temiendo la revancha, el lugar comenzó a fortificarse. Los acolhuas de Zultépec cerraron accesos a las áreas habitacionales próximas a la calzada principal, levantando muros e instalando cepos alrededor de las mismas, para dificultar el paso de los comandados por Gonzalo de Sandoval, lo que resultó insuficiente:

“Alcanzaron a huir algunos guerreros que se mantenían en el pueblo, pero quedaron mujeres y niños, que fueron las principales víctimas, como hemos podido constatar en un tramo de 120 metros de la calzada, con el hallazgo de una decena de osamentas de individuos del sexo femenino, que aparecieron ‘protegiendo’ los restos de diez infantes de entre cinco y seis años de edad, cuyo sexo no se ha podido determinar. La disposición de los entierros, sugiere que las personas estaban en plena huida, fueron masacradas y sepultadas de manera improvisada.

A sabiendas del cerco de Gonzalo de Sandoval, sus habitantes también escondieron toda evidencia posible de estos actos en los aljibes del pueblo, de los cuales a la fecha se han explorado 22: huesos de cautivos sacrificados que fueron modificados a manera de trofeo; restos del ganado (vacas, cabras, cerdos) y animales de carga que acompañaban a los convoyes, esculturas de deidades prehispánicas y una gran variedad de objetos personales de los prisioneros.

Foto: INAH

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