El Parque del Seguro Social y su labor en 1985

Deportes Notimex 19/09/2015 13:49

Parque del Seguro Social (CuartoOscuro)

En la esquina de Viaducto Miguel Alemán y avenida Cuauhtémoc se encuentra un centro comercial más en la ciudad, pero hasta hace algunos años se alzaba con orgullo el Parque de Beisbol del Seguro Social, que en 1985 fue testigo de la muerte y destrucción que sacudió el 19 de septiembre a la ciudad de México.

Pese a la magnitud del sismo, 8.1 grados en la escala de richter, y su larga duración, aproximadamente dos minutos, ningún recinto deportivo de importancia sufrió daños, ya que en su mayoría se encontraban en zonas en el que el subsuelo es sólido.

Sin embargo, el Parque del Seguro, casa de los Tigres y los Diablos Rojos, fue un protagonista silencioso de la tragedia, en la que fallecieron según cifras oficiales al menos siete mil personas, aunque hay fuentes que elevan el número de muertes a más de 10 mil.

Al pasar de las horas y ante la caída de varios hospitales como el Juárez y el General de México, así como el Centro Médico Nacional, las pocas instalaciones que contaban con morgues se saturaron por el gran número de cadáveres que eran sacados de los escombros.

Ante ello, las autoridades decidieron, por su cercanía a la zona cero, utilizar el escenario de tantas “guerras civiles” entre “pingos” y “felinos” como un enorme depósito de cadáveres.

Fue entonces que poco a poco los cuerpos comenzaron a llegar de diversas zonas de la ciudad, ya fuera de los talleres de costureras de San Antonio Abad, del Multifamiliar Juárez o de la zona de hospitales que se encontraba muy cerca.

Los primeros en ver dicho espectáculo fueron los trabajadores del parque, quienes fueron capacitados de forma improvisada para colaborar en las tareas de preservación de los restos, los cuales según el ahora extinto Departamento del Distrito Federal se depositaron ahí para su identificación.

El sonido del bat y de la velocidad de las bolas fue sustituido por el de altavoces y sirenas que trataban de organizar a los cientos de personas que asistían para identificar a sus seres queridos.

La arcilla y la grama del campo fueron las mesas de autopsia de miles que perecieron, y en las que eran divididos en “identificados”, “no identificados” y “restos”.

Los trabajadores del parque, testigos de esta trágica página de la historia de la capital y del país, también participaban en las tareas de vigilancia y control de la gente que iba a esta improvisada morgue al aire libre.

Los días pasaban y los cuerpos comenzaban a descomponerse en el campo que fue testigo de grandes hazañas deportivas, pese a que se les trataba con formol y se les mantenía entre grandes cubos de hielo.

Mientras que rescatistas de todo el mundo apoyaban las tareas de rescate, o pasado en tiempo de remoción de escombros y la recuperación de cadáveres, las autoridades decidieron que tras 15 días era necesario sepultar a las víctimas que no fueron identificadas y evitar que el estadio se volviera un foco de infección.

Luego de eso el parque de pelota capitalino no fue igual, una fría sensación a muerte quedó en su interior hasta el día de su cierre y posterior demolición para dar paso a otra más de las plazas comerciales que hay en la ciudad de México.

Comentarios