En Pomuch, Campeche, "a la muerte se le acaricia"

El día de muertos, los restos son sacados por sus familiares para limpiarlos. Foto: Cuartoscuro

En Pomuch, Campeche, "la muerte se acaricia, se apapacha y se contempla". Entre el ajetreo terrenal, los habitantes de este pueblo encuentran momentos de paz cuando, como cada año, acuden en estas fechas al panteón a limpiar los huesos de sus muertos.

Desde muy temprano, don Domingo, acompañado de su esposa Concepción y una de sus tías, se dirige al panteón, donde descansan los restos de sus suegros, dos de sus cuñados y el abuelo de su esposa.

Persignándose para dar inicio a la Limpia de los Muertos, don Domingo está listo para comenzar con este ritual que forma parte del Hanal Pixán o comida de las ánimas, el cual maravilla a propios y extraños y cuyo origen proviene del sincretismo de tradiciones del pueblo maya y la religión católica.

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El ritual

Con mucho cuidado, don Domingo saca del pequeño mausoleo color verde pistache, una caja u osario de madera donde se asoma el cráneo de su suegro, don Diego, quien falleció hace 33 años.

Contrario al sentimiento de miedo que muchas personas experimentan ante la muerte, en Pomuch, los lugareños la observan y la tocan con amor y respeto, por ello, no es extraño que don Domingo se quite las sandalias, se arrodille sobre la tierra y comience a sacar los huesos de su familiar.

Al abrir la caja, el cráneo, las costillas y las extremidades de don Diego se encuentran perfectamente acomodadas sobre su ropa, un paño de tela con flores bordadas y su nombre escrito en ella.

El ritual ha comenzado: colocando el mantel con los restos sobre la tierra, don Domingo limpia primero con una escoba de palma, la cajita polvorienta.

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Después, con la ayuda de una brocha o acariciándolos con las yemas de sus dedos, comienza tranquilamente a limpiar los huesos de su suegro, mientras de pie a un lado de él, Concepción mira tiernamente los restos de su padre.

Después, detalló, se irán guardando los huesos que se vayan limpiando: primero las extremidades del difunto, luego las costillas, los huesos de la columna vertebral y por último el cráneo. La caja quedará entre abierta para que se pueda apreciar una parte del cráneo del difunto.

Así, una vez que el osario ha sido depositado nuevamente en el mausoleo, don Domingo y su familia prenden una veladora y colocan flores a sus seres queridos.

Visiblemente conmocionada, Concepción termina el ritual al rezar un padre nuestro, dejando a su padres, hermanos y a su abuelo, la promesa de volver el próximo año a este sitio donde a la muerte se le acaricia y se le mira con amor.

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