Pese al complejo panorama en el sur de México, desatado por la enorme afluencia de migrantes, personas como Pamela Agendia Tazi, camerunesa de 39 años, encarnan la resiliencia.
La camerunesa arribó hace poco más de dos semanas con su madre tras cruzar Centroamérica; en su camino ya puede contar un aborto espontáneo y una infección que la mantuvieron hospitalizada varios días.
Un negocio para sobrevivir
Sin dinero, las mujeres suplicaron ayuda al casero del lugar donde se alojaron en Tapachula, quien les facilitó utensilios e ingredientes para montar un negocio de comida.
Cargada con ollas de plátano y guiso de cerdo estilo camerunés, Agendia ahorra y confía en la promesa de funcionarios migratorios: aparentemente, el 4 de julio recibirá una visa mexicana para continuar su viaje hacia Indiana, Estados Unidos, donde vive su hermana.
He sido madre soltera por 11 años; así que trabajo duro para cuidar a mis chicos", dice Agendia.
La mujer dejó a tres hijos en el suroeste de Camerún, sacudido por un conflicto separatista; sin embargo, confía en reencontrarlos
No todos tienen suerte
Joseph Luckner, comerciante haitiano, probó suerte, como otros, en Chile o Ecuador, pero partió denunciando racismo y bajos salarios; reclama que duerme en la calle desde hace 10 días con dos hijos enfermos.
Consultado sobre los arreglos políticos que podrían frenarlo, Luckner responde: "Quiero llegar a Tijuana para llegar a Estados Unidos [...] Cuando llegue, voy a trabajar como quiero", dice tajante y determinado a obtener una respuesta de las autoridades migratorias.