Ante crisis por coronavirus, organilleros llevan música a domicilio

A falta de público en el Zócalo de la CDMX, organilleros recorren las calles para ganerse la vida. Foto: Lillían Reyes

Debido a la contingencia sanitaria por coronavirus (Orthocoronavirinae) que se extiende en todo el mundo, las calles de la Ciudad de México se han quedado vacías; sin embargo, hay gente que vive al día y no le es posible respetar el confinamiento. Tal es el caso de los organilleros, a quienes la cuarentena ha obligado a llevar música a domicilio.

Bajo el ardiente sol, estos músicos caminan largas distancias cargando la pesada caja musical. Se paran frente a cualquier puerta y hacen girar la palanca de su organillo una y otra vez en espera de que alguien los escuche y se anime a darles unas monedas.

Al frente de su instrumento llevan una cartulina que trata de detener las críticas: "No me puedo quedar en casa, soy el sustento de mi familia".

El las calles semivacías del barrio bravo de Tepito, los organilleros andan en grupos y tocan canciones como "Cielito lindo" y otras melodías tradicionales mexicanas, lo que llama la atención de los vecinos, quienes rápidamente sacan la mano desde sus ventanas y arroja unos pesos que el "limón" (organillero que recibe dinero) cacha en el aire con su gorra.

Estos músicos, característicos del Zócalo de la CDMX, sólo van armados contra la pandemia con cubrebocas y guantes de latex.

Agradecen y desean suerte a las personas que cooperan para que ellos también puedan llevar pan a la mesa.

  • Entre el público no falta alguien sorprendido de ver y escuchar el organillo al pie de su casa.

A los músicos poco les importa la mala fama de este barrio de la colonia Morelos: deciden caminar entre sus calles y hacer la lucha de frente a la crisis económica.

Algunos de ellos viven en zonas lejanas de la CDMX, otros, incluso, vienen del Estado de México.

La razón de que los organilleros se junten en estas zonas céntricas de la capital del país es que cerca viven sus patrones, quienes les da trabajo; ellos les proporcionan los instrumentos para salir a tocar. Además, dicen, los policías ya los corren de los lugares donde regularmente se plantan a tocar.

Entre las personas que desempeñan este viejo y noble oficio se encuentran mujeres y hombres, hay jóvenes y hay personas de edad avanzada. Todas sacan fuerza de su interior para seguir cargando la caja musical por varias horas; saben que el COVID-19 les puede hacer daño, pero el hambre también es "canija".