Se volvió millonario y la parranda se lo llevó al baile

A mí el dinero me hizo malo, me jodió la vida: Nahor Arenas. Foto: Cuartoscuro/Archivo

Cuando le digo a Nahor que su nombre significa "brillante o luminoso", se muestra sorprendido y se apura a decir: "Yo era así para el negocio. Fíjate, no sabía qué significaba mi nombre, ni mi papá tampoco, y él fue quien me lo puso, pero yo era así, fregón".

Nahor Arenas Juárez nació en Santiago, Atenanco, en el municipio mexiquense de Nextlalpan (famoso por los fabricantes conocidos como "pantaloneros") hace 40 años, y él podría decir que sobrevivió a los excesos que te puede dar el ganar cerca de un millón de dólares y sobrevivir para contarlo.

Fueron 11 hermanos, vivían en una casa pequeña, amontonados; aunque fue a la escuela, nunca fue su prioridad, con mucho trabajo terminó la secundaria. Dice: "las letras no entran cuando se tiene hambre" y ríe, "no pues la verdad no era tanto que no me gustara, si no la verdad no le veía sentido, pues aquí y hasta la fecha un licenciado o un doctor no tiene lo que tiene un pantalonero".

"Yo veía que los que se dedicaban al negocio (a la fabricación de pantalones de mezclilla),les iba bien, y yo dije 'me voy a dedicar a darle duro', aunque nunca me imaginé que me iría tan bien". Me mira, aprieta la boca y mueve la cabeza afirmativamente.

¿Cómo empezó en el negocio?

Inició trabajando como ayudante de cortador, luego se hizo planchador. También se iba "al viaje", así se dice al hecho de recorrer una ruta de venta principalmente a los estados del norte.

Recuerda que "ganaba buena lana, pues aparte de mi sueldo me pagaban una comisión por cada prenda que vendía. Entonces empecé a ganar buen dinero, y me empezó a gustar el chupe y el juego, apostaba, primero, era poco, y luego todo mi sueldo, cuando ganaba pues a todo dar, y cuando perdía, pues también, porque me prestaban dinero para sobrevivir la semana y las ventas en 'el viaje' eran seguras. Entonces ya llegaba "del viaje", pagaba lo que me habían prestado y otra vez a jugar. Hasta que un día llegué muy borracho al trabajo y al patrón le urgía que acabáramos de preparar el pantalón y nos fuéramos 'al viaje', y me dijo: 'no la friegues Nahor, te pasas de listo, regrésate y mañana vienes, vas a trabajar en la lavandería'".

Toma agua rápidamente, se seca con la mano la que se le desborda de la boca, y burlonamente comenta: "mugre viejo, lo hizo para darme en la torre, pero no se imaginó el favor que me hizo".

A partir de ahí, le gustó el trabajo de lavandería, y aunque económicamente no le iba mejor, se dio cuenta de que los encargados ganaban muy bien, eran respetados y codiciados, "los buenazos nunca se quedaban sin trabajo, a veces atendían dos lavanderías y pues ganaban más, así que empecé a poner mucha atención en las formulas, en la manera de utilizar las máquinas, pero tarde como ocho años en aprender de a de veras, y allí sí le agradezco a Alfredo Torres".

Luego de un tiempo, temeroso rentó una lavandería, durante un año tuvo que pedir préstamos en diversos lados para pagar la materia prima que necesitaba para procesar la mezclilla y pagar el sueldo de los trabajadores.

El segundo año su lavandería ya se mantenía sola. "Ya llevaba como tres años trabajando en mi lavandería, cuando me empezaron a caer clientes que fabricaban mucho pantalón, y como hacía procesos padres, pues me empezaron a mandar mucho trabajo, pero los que me mandaban muchísimo eran los Lalash de Chiconcuac, fabricaban de a montón los pantalones".

La lavandería de Nahor empezó a crecer, ya no se daba abasto con un sólo turno, abrió dos turnos más, así comenzó a trabajar 24 horas los 365 días del año, tuvo que contratar secretarias y un licenciado, además de encargados por turno.

Empezó a generar en promedio 50 mil pesos en ganancias semanales, está bonanza le duró más de cinco años. En este tiempo, construyó su casa y tuvo varios carros y camionetas del año, pero también comenzó a vivir en un estado permanente de embriaguez, de visitas continuas a "table dance" y de novias.

"Yo llegaba a los table dance y los cerraba, me llevaba a amigos, a mis trabajadores o luego me iba con los patrones, pagaba la cuenta completa. Me encantaba rodearme de muchas viejas, con varias anduve, pero esas te sacan mucha lana. Ya me conocían en muchos lugares..."

"Vivía más en las camionetas, en lo carros, que en mi casa, pues andaba de briago, visitando a las novias, en los tables, en los gallos, jugando cartas, nada más llegaba a la lavandería por los pantalones ya procesados y me iba a entregar, me llevaba una o dos camionetas, según la cantidad, una vez que cobraba me seguía de fiesta", añade.

¿Cómo se fue a la quiebra?

Nahor afirma que lo que lo llevó a la quiebra fue que descuidó el negocio, los trabajadores, a veces procesaban mal y tenía que abaratar los costos de lo procesado para que "los patrones" no cobraran el costo total del pantalón, o se perdían muchas piezas de cada corte y esos eran descontados por ellos a precios de venta al público. Poco a poco se endrogó con dos millones y medio de pesos. Tuvo que vender los carros y camionetas que tenía, así como sacar un millón de pesos que tenía ahorrados en el banco para pagar.

A pesar de ello, no dejó los excesos ni la fiesta, hasta que un día que estaba tomando en la casa de una de sus novias, se metió al baño y ya no salió. Se cayó, se golpeó la cabeza y lo encontraron muchas horas después, lo llevaron al hospital y se mantuvo en estado vegetativo poco más de tres meses. Lo operaron de la cabeza, su internamiento costó más de 350 mil pesos, operación que tuvo que costear su familia con recursos propios y la ayuda de algunos amigos y vecinos. ya que su esposa se quedó con todo lo que quedaba de bienes y dinero, con el argumento de que Nahor se iba a morir y ella tenía que asegurar el futuro de sus hijos. Ni una sola vez lo visitó en el hospital.

Actualmente, su recuperación lleva casi un año, no puede volver a beber ni una copa de alcohol en su vida y bajo las situaciones de presión, convulsiona. Sigue rentando una lavandería y trabaja por su cuenta, tiene la ilusión de volver a recuperar algo de aquella riqueza que dilapidó; sin embargo, cuando lo dice se queda pensando y musita: "a mí el dinero me hizo malo, me jodió la vida..."

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