Ella murió primero y él la alcanzó unas horas después

Rodrigo Hernández López, AP/ UnoTV Estados Unidos 19-04-2014 13:21

Tenían 70 años de matrimonio, todas las mañanas se tomaban de las manos.

Helen Felumlee tenía 92 años y murió el 12 de abril, su esposo Kenneth Felumee tenía 91 y murió tan sólo 15 horas despúes, llevaban 70 años de matrimonio. Su amor era tan grande que todas las mañanas a la hora del desayuno se tomaban de la mano.

Los ocho hijos de la pareja, que vivían en Nashport, Ohio en Estados Unidos, dijeron que eran inseparables desde que se conocieron desde adolescentes, e incluso una vez prefirieron compartir un catre a bordo de un ferry, que dormir una noche separados.

"Sabíamos que cuando uno se fuera, el otro lo iba a seguir", dijo su hija, Linda Cody, estuvieron profundamente enamorados, un amor de leyenda.

De acuerdo con Cody, unas 12 horas después de que falleció Helen, Kenneth rápidamente comenzó a decaer y estaba rodeado por su familia y amigos más cercanos cuando murió a la mañana siguiente.

"Ya estaba listo", dijo Cody. "Simplemente no quería dejar que ella se fuera sola".

La pareja se conocía desde hace años, pero fue hasta el 20 de febrero de 1944 cuando se fugaron a Newport, Kentucky, desde Cincinnati a dos días de que ella cumpliera 21 años. Kenneth era demasiado joven para casarse en Ohio.

Kenneth trabajaba como inspector de vías férreas y mecánico antes de emplearse en la oficina postal de Nashport. También daba clases dominicales en la iglesia de su localidad.

Helen era ama de casa, se hacía cargo de su familia y ayudaba a otras familias el área. También era maestra los domingos y era reconocida en su comunidad porque le gustaba enviar tarjetas de saludos, agradecimiento y felicitaciones a todos.

La historia del matrimonio recuerda el poema titulado "Amor Eterno" de Gustavo Adolfo Bécquer:


Podrá nublarse el sol eternamente;
Podrá secarse en un instante el mar;
Podrá romperse el eje de la tierra
Como un débil cristal.
¡todo sucederá! Podrá la muerte
Cubrirme con su fúnebre crespón;
Pero jamás en mí podrá apagarse
La llama de tu amor.