Francisco oficia su primer Miércoles de Ceniza

EFE Vaticano 05-03-2014 15:03

Los actos comenzaron con una procesión desde el templo romano de Sant'Anselmo.

El Papa Francisco presidió la tradicional procesión penitencial que abre los ritos litúrgicos de la Cuaresma y ofició la misa del Miércoles de Ceniza por primera vez desde que fuera elegido pontífice hace un año.

Los actos comenzaron con una procesión desde el templo romano de Sant'Anselmo hasta la basílica de Santa Sabina, en la que participó el papa argentino ataviado con una capa pluvial morada, color que indica preparación espiritual ante la llegada de la Semana Santa.

Durante la procesión, en la que se pronunciaron letanías, Francisco estuvo acompañado por los cardenales de la Curia romana, obispos y arzobispos, los monjes benedictinos de Sant'Anselmo y los padres dominicos de Santa Sabina, además de algunos fieles.

Ya en la basílica de Santa Sabina, en el monte romano del Aventino, el papa ofició su primera imposición de las cenizas, precedida por una homilía en la que volvió a criticar a la cultura actual, "cada vez más artificial", y a las "luchas de poder" que el pontífice ve en "el pequeño ambiente cotidiano".

"Cuando yo veo en el pequeño ambiente cotidiano algunas luchas de poder, por los espacios, yo pienso: ¡Pero esta gente juega a ser Dios creador!', a pesar de que ellos no se dan cuenta de que no son Dios", afirmó durante su homilía.

Además, durante su catequesis, de quince minutos de duración, indicó los tres elementos que componen el camino espiritual de la Cuaresma -la oración, el ayuno y la limosna- y recomendó no llevarlos a cabo "por apariencia" porque, según recordó, "el valor de la vida no depende de la aprobación de los otros".

Sobre el primer elemento, la oración, afirmó que se trata de la fuerza del cristiano y de cada persona creyente y recomendó "sumergirse en el mar de la oración", que no es otro que el mar del "amor infinito de Dios", para poder afrontar "tantas heridas que nos dañan y que podrían endurecer el corazón".

"La Cuaresma es el tiempo de una oración más intensa, más asidua, más capaz de hacerse cargo de las necesidades de los hermanos, de interceder ante Dios por tanta situaciones de pobreza y sufrimiento", añadió.

En relación con el ayuno, el segundo elemento del camino cuaresmal, pidió a los fieles no llevar a cabo "ese ayuno que nos sacia y nos hace sentirnos a gusto".

"El ayuno tiene sentido si realmente mella nuestra seguridad, si consigue un beneficio para los otros o si nos ayuda a cultivar en nosotros el estilo del Buen Samaritano, que se inclina ante el hermano en dificultad y le cuida", explicó durante su homilía.

Asimismo defendió que el ayuno supone "la elección de una vida sobria" y que nos ayuda a "entrenar el corazón a la esencia del compartir".

Por último, el tercer elemento, la limosna, implica un "gesto altruista" ya que se ofrece a "alguien de quien no se espera recibir nada a cambio".

"Lo gratuito del gesto debería ser una de las características del cristiano que, sabedor de haber recibido todo de Dios gratuitamente, es decir, sin mérito alguno, aprende a donar a los otros gratuitamente".

En este sentido, Francisco recordó que, cada vez con mayor frecuencia, "el altruismo no forma parte de la vida cotidiana, donde todo se vende y todo se compra".

"Todo es calculado y medido. La limosna nos ayuda a vivir el altruismo del regalo, que es la libertad de las obsesiones del quien posee, el miedo de perder aquello que se tiene, la tristeza de quien no quiere compartir con el resto su propio bienestar", concluyó.

Por último, el Papa respondió a la pregunta de "por qué debemos regresar a Dios".

"Porque algo no funciona en nosotros, en la sociedad, en la Iglesia, y necesitamos cambiar, convertirnos. De nuevo la Cuaresma regresa para recordarnos que es posible realizar cambios en nosotros mismos y en nuestro entorno, porque Dios es fiel, rico y misericordioso y siempre nos perdona para comenzar de nuevo", subrayó.

"Con esta confianza filial, ¡comencemos el camino!", exclamó con tono severo.

Al finalizar su homilía, el pontífice procedió a la imposición de la ceniza, signo penitencial y de conversión, recordatorio de la caducidad humana, al tiempo que pronunciaba la fórmula "Conviértete y cree en el Evangelio".

El rito comenzó con la imposición de las cenizas sobre la cabeza del propio papa por parte del cardenal eslovaco Jozef Tomko.

El obispo de Roma, junto con la Curia, se retirará desde el próximo domingo y hasta el 14 marzo a la localidad romana de Ariccia para realizar ejercicios espirituales.