Cuando a Sergio Pérez le dijeron que el rugido de Goyo, la mascota de los Pumas, era ensordecedor, el piloto de la Fórmula Uno no dudó ni un segundo en demostrarle que había algo que rugía más potente que la botarga felina: su bólido.
El tapatío subió a su automóvil al auriazul para darle un paseo a máxima velocidad por todo el Autódromo Hermanos Rodríguez.
A pesar de la rivalidad futbolera que impera entre los Pumas y Checo, fanático del América, la diversión quedó grabada en el rostro del piloto, quien se divirtió como niño junto al carismático pumita, quien tras el intenso recorrido besó el piso al verse a salvo.
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