Luego de un ataque realizado con drones en contra de dos refinerías de la empresa Aramco, ubicadas en Abqaiq y Jurais, al este de Arabia Saudita, la producción petrolera en ese país se vio reducida a la mitad de forma "temporal.
El ataque, reivindicado por rebeldes yemeníes, es la tercera acción en cinco meses contra la empresa saudita, en una presunta represalia por el apoyo militar de Arabia a las fuerzas progubernamentales de Yemen.
Luego de que Estados Unidos condenara el ataque y responsabilizara a Irán, que apoya a los rebeldes yemeníes, el príncipe heredero saudita, Mohamed bin Salmán, comentó en una conversación telefónica con el presidente estadounidense Donald Trump, que Arabia Saudita "quiere y puede" responder a la "agresión terrorista".
En condiciones normales, las instalaciones suspendidas producen 5.7 millones de barriles de crudo, lo que representa casi el 50% de la producción total de Aramco y aproximadamente el 5% de la producción mundial diaria de bruto.
Estados Unidos condena con firmeza el ataque contra una infraestructura petrolera clave. Las acciones violentas contra zonas civiles e infraestructura vital para la economía global solo profundizan el conflicto y la desconfianza", señaló la Casa Blanca a través de un comunicado.
Por su parte, Mike Pompeo, secretario de Estado estadounidense, fue más explícito apuntando a Teherán: "Irán ha lanzado un ataque sin precedentes contra el suministro mundial de energía".
Los equipos de seguridad de Aramco intervinieron para sofocar el fuego en Abqaiq y Jurais, y "los dos incendios fueron controlados", según el ministerio del Interior, mientras que autoridades sauditas reforzaron la seguridad en torno a los dos sitios atacados e impidieron a los periodistas acercarse a ellos.
El ataque fue condenado por Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Kuwait y Egipto.