Revelan la historia secreta de los animales espía de la CIA

Publicó decenas de documentos sobre programas de entrenamiento de gatos, perros, delfines y pájaros. Foto: AFP

La agencia de inteligencia CIA publicó decenas de documentos sobre programas de entrenamiento de gatos, perros, delfines y pájaros a los que pretendió emplear como "espías".

La CIA analizó la manera de utilizar gatos como escuchas itinerantes, "vehículos de vigilancia de audio", y colocar implantes eléctricos en el cerebro de perros para ver si podían ser controlados a la distancia. Pero ninguno de esos programas llegó demasiado lejos.

¿Cómo inició la inclusión de animales?

A comienzos de 1974, Do Da era el primero de su clase de espionaje y en camino a convertirse en agente de la CIA de alto vuelo: tenía un mejor desempeño cuando estaba bajo presión, podía cargar más peso que los demás y escapar de quienes lo atacaran.

Pero cuando fue sometido al examen más difícil de su entrenamiento desapareció tras ser vencido por dos ejemplares de su misma especie: cuervos.

El pájaro fue por mucho tiempo una figura central de un programa que la CIA utilizó durante la Guerra Fría en su lucha contra la Unión Soviética.

La CIA llegó a reclutar a ornitólogos para que determinaran cuáles aves migratorias pasaban una parte del año en una región situada al sureste de Moscú, en el entorno de la ciudad de Chikhany, en la que los soviéticos disponían de fábricas de armas químicas.

La agencia percibía a los pájaros como "sensores vivos" que, sobre la base de su alimentación, podían revelar en sus entrañas las sustancias que los soviéticos estaban experimentando.

Palomas sobre Leningrado

Las palomas, utilizadas durante dos milenios como mensajeras y para tomar fotografías durante la Primera Guerra Mundial, fueron otra de las grandes esperanzas de los servicios de inteligencia norteamericanos.

La CIA disponía de centenas de palomas, a las que entrenaba en su territorio equipándolas con cámaras.

El objetivo era que espiaran los astilleros de Lenigrado (actual San Petersburgo), donde los soviéticos construían sus submarinos nucleares.

Pero la experiencia no resultó lo bastante buena: muchas de las aves huyeron con sus costosas cámaras a cuestas y nunca más se las volvió a encontrar.

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