"Vengo con mi familia. ¿Cuántos son? Éramos seis. Mi niña se acaba de morir aquí".
Es la voz de una madre hondureña que pide anonimato, reza frente a la urna de su hija, tenía 5 años de edad cuando una súbita enfermedad le cortó el sueño de llegar a Estados Unidos.
La muerte llegó a un albergue de Piedras Negras, Coahuila, a escasos dos kilómetros del paso con Texas.
"Y pues se me puso malita fui a la clínica y no me la quisieron atender porque no era mexicana", relata la mujer.
Cuenta que su familia huye de la pobreza y violencia de los Mara Salvatrucha, en una odisea de más de 3 mil kilómetros con las caravanas de migrantes.
Ahora, en Piedras Negras, debe salir adelante junto con su esposo para mantener a tres hijos más, incluyendo a un bebé de cinco meses de edad y ahí esperar asilo en los Estados Unidos.
El tiempo que me tome necesario, no quiero arriesgar la vida de mis hijos no quiero eso. Ya he visto mucho cómo se ahogan los niños y no quiero eso para mis hijos".
Tan sólo en Piedras Negras, 18 migrantes han perdido la vida del primero de enero al 26 de junio de 2019, cuatro de ellos eran menores.
Y es que la geografía semidesértica de Coahuila hace que en verano las temperaturas alcancen los 45 grados centígrados, los migrantes mueren de deshidratación y, de hipotermia en invierno.
Pero las tragedias también ocurren al tratar de cruzar el río Bravo. La fuerza de la corriente de este río ha cobrado la vida de algunos migrantes en su afán por conseguir una vida mejor en los Estados Unidos.
Mientras tanto, a Piedras Negras siguen llegando migrantes de Haití, Cuba, Guatemala, El Salvador, Honduras e incluso de países africanos. Diario se observan escenas como ésta.
Los que logran llegar a salvo a la orilla son inmediatamente detenidos por la patrulla fronteriza, pero quienes pierden la vida son enterrados en la fosa común en territorio mexicano.