¿Guerra comercial o estrategia? El juego de Trump
Luis Rubio dice que en política, las formas importan tanto como los fondos, y en la era Trump, la forma se ha convertido en fondo.
Menciona que la política arancelaria de Estados Unidos no responde ya a principios económicos clásicos, sino a una lógica de presión y poder. Los aranceles se han transformado en el lenguaje preferido del presidente para negociar, condicionar e imponer, sin distinción entre aliados y adversarios.
“Aunque Trump declara estar en pláticas con países como Vietnam para reducir los aranceles a productos estadounidenses, la realidad apunta hacia objetivos mucho más puntuales: China y Alemania”.
Luis Rubio
El analista señala que ambos países, aunque diametralmente distintos en su posición geopolítica, tienen algo en común: mantienen un bajo nivel de importaciones desde Estados Unidos. En otras palabras, representan desequilibrios que el expresidente busca corregir no con reformas estructurales, sino con medidas de fuerza.
Pero dentro de Washington, la discusión está lejos de cerrarse. Algunos sectores del gobierno insisten en que los aranceles son una herramienta útil para reposicionar la economía estadounidense.
Mientras que otros, más orientados al mercado, apuestan por una vía clásica: la devaluación del dólar como mecanismo para incrementar la competitividad de las exportaciones. El dilema es antiguo, pero el contexto global actual lo hace particularmente sensible: una moneda fuerte sostiene el liderazgo financiero de Estados Unidos, pero limita su capacidad exportadora.
México solo es un jugador
Luis Rubio asevera que México, como es costumbre, no es un jugador sino un terreno de juego. Las exigencias hacia el país cambian de manera constante: un día se trata de detener caravanas migrantes; al siguiente, de combatir mafias o desmantelar laboratorios clandestinos.
“Se nos impone una agenda cambiante, lo que convierte a México en un blanco móvil, siempre negociando desde la incertidumbre y la asimetría”.
Luis Rubio
Destaca que la geografía y la economía no mienten. En Washington hay un reconocimiento tácito de que la producción mexicana, al igual que la canadiense, es esencial para mantener la competitividad de sectores estratégicos como el automotriz y el electrónico.
Adelanta que por ello, más allá de la retórica y los vaivenes políticos, todo apunta a una próxima renegociación del Tratado de Libre Comercio, no será sencilla ni lineal. Habrá altibajos, retrocesos y gestos teatrales. Pero el entendimiento, aunque incierto en forma, parece inevitable en fondo.
Luis Rubio finaliza diciendo que la pregunta no es si habrá acuerdo, sino cuánto costará a cada parte y qué narrativa lo sostendrá. Porque en la era del poder como espectáculo, hasta los tratados comerciales necesitan un enemigo.
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