Debemos poner la lupa en el desempeño de los nuevos jueces y magistrados
En medio de la discusión pública sobre la austeridad y la honestidad en el poder judicial, la analista María Amparo Casar volvió a poner el dedo en la llaga con un comentario que refleja tanto escepticismo como claridad frente al discurso oficial.
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Casar cuestionó la narrativa que insiste en que la elección popular garantiza mayor integridad de jueces y magistrados. Con ironía y precisión, señaló: “No concuerdo con el discurso de la presidenta Sheinbaum, que gracias a la elección popular tendremos jueces por fin honestos”, recordando que la experiencia mexicana está plagada de ejemplos de gobernadores, diputados y presidentes electos que han terminado envueltos en corrupción.
El doble discurso de la austeridad
Otro de los puntos que subrayó fue la contradicción entre el discurso de austeridad y la práctica cotidiana de quienes ocupan cargos públicos. Sobre la polémica de una supuesta reunión en un restaurante, Casar remarcó la falta de evidencia, pero advirtió que de confirmarse sería un signo preocupante: “Si la tuviéramos, pues sí es un primer mal signo de que terminando una serie de discursos sobre austeridad y honestidad estuvieran allí”.
Con ello, la analista no acusó sin pruebas, pero dejó claro que la incongruencia sería inadmisible en un contexto donde se han recortado viáticos, seguros médicos privados y salarios.
Un reto de fondo
Más allá de un restaurante o una foto dudosa, el tema central para Casar es la falta de profesionalización del poder judicial. En su visión, las promesas de que la elección directa traerá jueces más comprometidos con la justicia son “llamados a misa”. La experiencia demuestra que la elección popular no inmuniza contra la corrupción, y que sin instituciones sólidas, el resultado puede ser incluso peor.
La invitación de Casar es clara: poner la lupa ciudadana, académica y periodística en el desempeño de los nuevos jueces y magistrados. No para adelantarse a juzgarlos, sino para evitar que la narrativa del poder se imponga sin rendición de cuentas.
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Al final, su comentario funciona como recordatorio: la honestidad no se decreta, se construye con instituciones firmes, vigilancia constante y memoria colectiva.
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