Nuevos estatutos de Morena: ¿censura disfrazada?
Pamela Cerdeira analiza los nuevos lineamientos éticos de Morena, el partido en el poder.
Morena ha presentado sus nuevos estatutos: “Lineamientos para el comportamiento ético que deben tener las personas representantes, servidoras públicas, protagonistas del cambio verdadero y militantes de Morena”.
Para la periodista, el nombre del documento es tan exagerado como su intención.
“Seguro el nombre se lo puso la misma persona del Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado”, ironiza.
Desde su perspectiva, el documento muestra una supuesta preocupación por cuidar a las personas, aunque, advierte, con criterios muy selectivos.
Entre las nuevas prohibiciones se establece que no se podrán emitir “declaraciones públicas que desacrediten a otras personas militantes”, ni “difundir o promover información falsa, manipulada o malintencionada de militantes”. También se considera sancionable “organizar o participar en campañas de acoso, desprestigio o linchamiento digital en redes sociales contra militantes” y “filtrar o manipular información interna a medios de comunicación para generar división o desconfianza”.
Para Cerdeira, la contradicción entre los lineamientos y las prácticas reales de Morena es evidente.
“Queda claro que la gran mayoría de sus militantes no lo va a cumplir y no serán sancionados, a menos que al partido así le convenga”, apunta.
Otro de los puntos que llama la atención es la prohibición de participar en otros partidos políticos o formar nuevas fuerzas.
“No pueden crear otro partido político o participar con otro partido político”, se lee en los estatutos, consolidando un control absoluto sobre sus filas, opina.
Cerdeira también destaca una serie de restricciones que parecen incompatibles con la imagen pública de varios de sus miembros. Por ejemplo, el documento prohíbe “ejercer cualquier forma de violencia física, verbal, simbólica, sexual, psicológica, política, en todas sus expresiones”.
“Ahora no sé cómo va a hablar Gerardo Fernández Noroña”, comenta.
Para la periodista, el verdadero valor del documento no está en sus principios, sino en su utilidad política.
“Es un código ético que funcionará sólo si hay ganancia electoral o disciplinaria de por medio”, concluye.