La Tierra pierde agua y los científicos lanzan alertas
Un reciente estudio ha revelado que la Tierra está perdiendo rápidamente sus reservas de agua terrestre (TWS, por sus siglas en inglés), un fenómeno alarmante que podría ser irreversible. Esta pérdida incluye la humedad del suelo, el agua subterránea y los cuerpos de agua superficiales, elementos vitales para el equilibrio ecológico y la supervivencia humana.
Según la investigación, liderada por científicos de la Universidad de Melbourne y la Universidad Nacional de Seúl, el cambio climático está alterando los patrones de lluvias y aumentando las temperaturas, lo que provoca una mayor evaporación. Como resultado, las reservas de agua en el planeta han disminuido drásticamente desde el año 2000, sin señales de recuperación.
Reservas de agua en peligro: cifras alarmantes
Los datos recopilados combinan información de satélites, niveles del mar y el movimiento polar terrestre, arrojando cifras preocupantes:
- Entre 2000 y 2002, la humedad del suelo disminuyó en aproximadamente 1,614 gigatoneladas
- De 2003 a 2016, se perdieron otras 1,009 gigatoneladas adicionales, sin evidencia de recuperación hasta 2021
- La pérdida de agua también ha contribuido al aumento del nivel del mar en unos 4.4 milímetros y al desplazamiento del movimiento polar en 45 centímetros
Factores que intensifican la pérdida de agua
El estudio apunta a varios factores que agravan esta crisis hídrica:
- Cambios en los patrones de precipitación: Las regiones que antes recibían lluvias constantes ahora enfrentan sequías prolongadas
- Evaporación acelerada: El aumento de las temperaturas incrementa la evaporación en suelos y cuerpos superficiales.
- Impacto humano: La agricultura intensiva, la irrigación a gran escala y la construcción de represas también están afectando negativamente las reservas de agua.
¿Se puede revertir la crisis de agua?
Los científicos advierten que la recuperación de las reservas de agua en las condiciones climáticas actuales es improbable. Por ello, subrayan la urgencia de mejorar los modelos climáticos e incorporar el impacto de actividades humanas en las previsiones y políticas medioambientales.
