Sanar con animales: una alternativa para niños que sufrieron abandono

| 16:47 | Rocío Ireta | Uno TV

En un santuario de Amatlán de Quetzalcóatl, los animales rescatados ayudan a niños a sanar heridas emocionales y físicas a través de la equinoterapia.

Entre montañas cubiertas de neblina y caminos que huelen a copal, en el corazón de Morelos, se encuentra Mesón Amatlán, un santuario que da refugio a más de 400 animales rescatados, caballos, burros, perros y otras especies que encontraron aquí una nueva oportunidad para vivir y también para sanar.

Desde chica hago rescates, y este lugar lleva alrededor de ocho años. Lo que queremos hacer es infinito: seguir adoptando, sacando animales de la calle, pero sobre todo educar, cuenta Claudia García, fundadora de este refugio ubicado en Amatlán de Quetzalcóatl, un pueblo considerado por muchos como un espacio de energía y sanación.

Claudia explica que Mesón Amatlán también alberga una fundación llamada Sanando con animales, cuyo objetivo es conectar a humanos y animales a través del acompañamiento terapéutico.

Creemos que los animales ayudan a sanar a los humanos y los humanos a los animales”, resume.

Una terapia que transforma vidas

En este santuario, Mercedes Bay Saviñón, equinoterapeuta con más de diez años de experiencia, guía sesiones en las que los niños aprenden a vincularse con caballos rescatados, como Lucas, un ejemplar de “sangre fría” que, según ella, tiene un don especial para conectar con las personas.

Su campo electromagnético es 25 veces más grande que el nuestro, así que el caballo siente tu energía desde que entras. Cuando baja la cabeza, te está aceptando”, explica Mercedes mientras muestra cómo iniciar un contacto con el animal.

El proceso continúa con caricias, respiraciones sincronizadas y, finalmente, con el abrazo sanador

Ahora imagínate a un niño que no sale de su casa hogar, que no tiene nada, y que pudiera recibir este abrazo”, dice la terapeuta.

Beneficios físicos y emocionales

Las sesiones se realizan sin monturas ni herramientas de castigo, para respetar la libertad del animal.

“Estar sobre un caballo activa el sistema nervioso desde la cadera hasta el cerebro, estimula la neuroplasticidad y genera conexiones similares a las del movimiento al caminar”, explica Mercedes.

Pero más allá de los beneficios físicos, el impacto emocional es profundo. “Un niño autista puede llegar a hablar después de conectar con un caballo. Tengo el caso de una niña que empezó a hablar a los tres años y medio gracias a esta experiencia”, relata emocionada.

Mercedes trabaja actualmente con menores de 18 albergues de la red “Pequeños Milagros”, muchos de ellos huérfanos o hijos de mujeres privadas de la libertad.

“Un día un niño me dijo: ‘Son animales rescatados y abandonados como yo’. Ahí entendí que entre ambos se genera un puente de comprensión y empatía”, cuenta.

Una segunda oportunidad para todos

Los animales también reciben aquí una nueva vida, Héctor Villarreal, cuidador voluntario, relata la historia de Capitán, un caballo que fue rescatado después de ser explotado en carreras.

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“Estaba lastimado y lo iban a sacrificar, pero hace cuatro años llegó al Mesón y aquí encontró su hogar”, recuerda.

Lo que comenzó como el sueño de una sola persona hoy se ha convertido en una comunidad dedicada al rescate y la sanación. “Hay muchas formas de sumarse”, dice Claudia, “desde adoptar, donar alimento o simplemente venir a convivir con ellos. Todos podemos ser parte de este cambio”.

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En Amatlán, los animales no solo sanan sus heridas, también ayudan a sanar el alma de quienes, como ellos, alguna vez fueron abandonados.

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