¿Qué significa el gran arancel al azúcar importada?

El Gobierno de México impuso, a partir de hoy, aranceles de entre 156% y 210.44% a las importaciones de azúcar provenientes de países con los que no tiene acuerdos comerciales. La medida, publicada en el Diario Oficial de la Federación (DOF), busca proteger a una industria que atraviesa uno de los momentos más difíciles de su historia reciente.
El decreto, firmado por la Secretaría de Economía, encabezada por Marcelo Ebrard, responde a un diagnóstico claro: la caída de los precios internacionales del azúcar y la sobreoferta en el mercado interno están poniendo en riesgo la rentabilidad de miles de productores. El objetivo, dicen, es la defensa de una soberanía azucarera que sostiene a comunidades enteras en 16 estados del país.
Una industria dulce… pero en crisis
La caña de azúcar es una tradición que lleva más de 500 años en el territorio mexicano y una fuente de vida para cerca de 290 municipios donde operan 47 ingenios azucareros. En 2024, el valor de su producción superó los 50 mil millones de pesos, equivalente al 37% del valor generado por el maíz grano, según datos del Secretaría de Agricultura y Desarrollo rural (SIAP).
Sin embargo, las cifras esconden una tendencia alarmante. Entre las zafras (periodo en que se realiza la cosecha de caña de azúcar) 2012/2013 y 2024/2025, la producción cayó 32.6%, pasando de casi 7 millones de toneladas a 4.77 millones. Las causas: sequías prolongadas, envejecimiento de plantaciones y altos costos de insumos como fertilizantes y diésel.
El 24% de los campos cañeros tiene más de ocho años de antigüedad, lo que reduce drásticamente la productividad. A esto se suma la falta de renovación tecnológica en los ingenios, que procesan caña con menor calidad y menor contenido de sacarosa.

Sobreoferta interna y precios desplomados
Después de tres años de alzas sostenidas, el precio del azúcar en México cayó más de 25% en 2025 respecto al ciclo anterior. Este desplome golpeó directamente el ingreso de los productores, cuyos precios de referencia dependen del valor del endulzante en el mercado.
Paradójicamente, la crisis no se debe a escasez, sino a sobreoferta interna: una producción que, aunque menor, no logra colocarse con rentabilidad en el mercado global.
México se encuentra atrapado entre dos fuerzas opuestas: la necesidad de mantener sus exportaciones a Estados Unidos (que compró 259 millones de dólares en 2024) y la entrada creciente de azúcar más barata desde Brasil, Guatemala y Estados Unidos, que sumaron más de 500 millones de dólares en ventas hacia el país ese mismo año.
El peso del azúcar importada
En 2024, el intercambio total de azúcar —incluyendo importaciones y exportaciones— alcanzó 1,059 millones de dólares. Las compras internacionales provinieron principalmente de Estados Unidos (267 millones de dólares), Brasil ( 150 millones de dólares) y Guatemala (97.6 millones de4 dólares).
Detrás de estos flujos hay un problema estructural: la dependencia del mercado global. Cuando los precios internacionales caen, el azúcar extranjero se vuelve más competitivo y abarata artificialmente el mercado interno, dejando a los cañeros mexicanos en desventaja.
Por eso el nuevo arancel —de hasta 210%— busca cerrar esa brecha y devolverle oxígeno a la producción nacional. En palabras del decreto, se trata de un “mecanismo de estabilidad para eliminar distorsiones y salvaguardar el equilibrio del mercado interno”.

Veracruz, el corazón del azúcar mexicana
Casi cuatro de cada 10 toneladas de azúcar nacional se producen en Veracruz, seguido por Jalisco (14%), Chiapas (6%), Oaxaca (6%) y San Luis Potosí (3%). Pero incluso en estas zonas históricamente fuertes, la zafra 2024/2025 cerró con caídas:
- Veracruz pasó de 2.49 millones de toneladas en 2018/19 a 1.86 millones.
- Jalisco bajó de 825 mil a 679 mil toneladas.
- San Luis Potosí redujo casi a la mitad su producción.
La sequía, el agotamiento de los suelos y la falta de inversión han envejecido el campo cañero. Cada tonelada cuesta más producir y rinde menos sacarosa, lo que agrava la pérdida de competitividad frente a potencias como Brasil e India.

¿Protección o barrera?
El nuevo arancel, sin embargo, no es una varita mágica. Si bien protege temporalmente al productor mexicano, también puede encarecer los costos para las industrias que dependen del azúcar —como las refresqueras, panificadoras y confiteras—, que suelen recurrir a insumos importados para mantener precios estables.
En otras palabras, el arancel beneficiará al campo, pero podría impactar al consumidor final y a las empresas que transforman el producto. La apuesta del Gobierno es clara: sostener el empleo rural y preservar la autosuficiencia en un sector que involucra a más de 180 mil productores y 50 mil trabajadores industriales.
La apuesta por la soberanía azucarera
El concepto de “soberanía azucarera” cobra fuerza en este contexto. No se trata solo de producir suficiente azúcar, sino de controlar las condiciones bajo las cuales se cultiva, se vende y se transforma.
México fue alguna vez un referente global, pero hoy enfrenta el reto de reconstruir su rentabilidad, actualizar su marco legal —la Ley de Desarrollo Sustentable de la Caña de Azúcar requiere modernización— y rejuvenecer su campo cañero.
El Programa Nacional de la Agroindustria de la Caña de Azúcar 2025-2030 (PRONAC) apunta en esa dirección: tecnificación, sostenibilidad y valor agregado. Pero mientras esas metas maduran, el nuevo arancel es una señal política y económica de que el Estado no está dispuesto a dejar caer su industria más antigua.



