¿Cómo pudieron matar a un alcalde con 14 escoltas? Especialista revela qué fallo

| 18:17 | José Pablo Espíndola | Uno TV
el especialista Carlos Seoane denuncia el fracaso de la seguridad, la falta de capacitación de escoltas y la ausencia de inteligencia preventiva que dejó al funcionario vulnerable.
foto. Cuartoscuro

La noche del 1 de noviembre, el alcalde Carlos Manzo Rodríguez fue asesinado a tiros en pleno centro de la ciudad, mientras encabezaba la inauguración del Festival de Velas, una de las celebraciones más importantes de la Noche de Muertos en Michoacán.

Pese a contar con 14 elementos de la Guardia Nacional asignados a su resguardo, más efectivos estatales, el ataque ocurrió sin que nadie pudiera evitarlo. Para el maestro Carlos Seoane, especialista en seguridad y manejo de crisis, este hecho refleja una crisis más profunda que tiene que ver con la falta de preparación técnica y de comprensión real sobre cómo debe funcionar un dispositivo de protección.

“Mantener con vida al alcalde fue un fracaso absoluto. El ser militar y tener un arma no te hace especialista en protección ejecutiva, punto. El soldado no hace una labor de un policía, y un policía no hace una labor militar. La gente confunde el uniforme con la capacitación, y eso termina costando vidas”, afirma Seoane.

La falsa seguridad de los números

Las autoridades informaron que el alcalde contaba con 14 guardias nacionales asignados a su protección, una cifra que sonaba robusta. Sin embargo, para Seoane, ese número no garantiza efectividad. Explica que la seguridad personal no se mide por cuántos hombres hay cerca del protegido, sino por cómo está diseñado el sistema y qué nivel de entrenamiento tienen.

“Cuando se refieren a una plantilla de 14 elementos, son 14 en total, pero es un número engañoso”, advierte. “Son 24 horas al día, siete días a la semana. Si quieres tener 14 personas permanentes con él, necesitas el triple. De esos 14, en activo, yo vería, cuándo mucho, siete u ocho cuidándolo al mismo tiempo. Los demás están durmiendo, comiendo o en descanso. Y ahí ya se reduce drásticamente la capacidad de respuesta”, explica.

Sin método ni comprensión técnica

Parte del problema, según el especialista, es el desconocimiento de conceptos básicos de protección ejecutiva. Mientras el secretario de la Defensa Nacional, Ricardo Trevilla Trejo, habló de “seguridad perimetral”, Seoane aclara que ese término ni siquiera existe dentro de la disciplina profesional.

En su lugar, se utiliza la “teoría de los círculos concéntricos”, un modelo que define tres niveles de protección: inteligencia, detección e intercepción, y reacción inmediata.

“El concepto de seguridad perimetral no existe dentro de la disciplina de protección ejecutiva. Hay tres círculos: el más externo analiza el entorno, la información, el tráfico, la conflictividad social; el segundo detecta e intercepta; y el más cercano neutraliza la amenaza. En un evento abierto como el Festival de Velas, decir ‘seguridad perimetral’ no tiene sentido”.

Un esquema caro, pero indispensable

El experto subraya que un sistema de protección eficiente requiere inversión, estructura y liderazgo. No se trata de improvisar ni de enviar a militares sin entrenamiento específico, sino de crear un esquema operativo permanente, con rotación de personal, mandos definidos y vehículos adecuados.

“La protección es cara y la protección 24 horas al día es mucho más cara. Si esto se contratara a nivel privado, estás hablando de alrededor de un millón de pesos al mes, y me puedo estar quedando corto. Incluye líderes de equipo, vehículos blindados, radiocomunicación, gasolina, hospedaje, turnos. Cuidar a alguien amenazado no es ponerle dos escoltas armados; es una operación compleja”, describe.

Para el especialista, lo más grave del caso de Uruapan es la falta de inteligencia preventiva. Explica que en la protección de funcionarios amenazados es vital anticipar riesgos mediante información de campo, monitoreo de rumores locales y coordinación entre cuerpos de seguridad. En cambio, lo que se observa, dice, es improvisación y desinformación.

“Son actividades de inteligencia, y no hablo de satélites ni de películas de Hollywood. Se trata de informantes callejeros, contactos en la policía, rumores, alertas de que en tal evento puede haber un ataque. Con esa información puedes decir: no vayas, no confirmes, no publiques tu ruta. Eso es lo que evita tragedias”, comenta.

Un sistema que no entiende su propia función

Seoane afirma que el mayor error de las instituciones mexicanas es haber militarizado la seguridad sin entender que la protección ejecutiva requiere otra lógica. No basta con enviar soldados a cuidar a funcionarios; hace falta formación especializada, protocolos y una comprensión profunda de la amenaza.

“No los entrenan para cuidar a funcionarios. Tienen armas, tienen uniformes, pero eso no significa que sepan proteger a alguien. Un Estado Mayor Presidencial, por ejemplo, tenía entrenamiento, recursos y protocolos. Aquí no. Aquí mandan militares sin formación específica y los ponen a cuidar alcaldes amenazados por el crimen. Es una receta para el desastre”, lamenta.

El resultado de este vacío institucional, explica Seoane, no solo es la muerte del alcalde, sino el mensaje de desprotección que deja para todos. Si un funcionario con escoltas, recursos y alertas previas puede ser abatido en un evento público, ¿qué puede esperar el resto de los ciudadanos?

“El mensaje es muy fuerte, o sea, nadie está a salvo. Si un funcionario público que tiene agenda, que ha pedido ayuda, que tenía probablemente dos docenas de personas cuidándolo, lo abaten; entonces, ¿qué puedo esperar yo como ciudadano común? Lo que deja esto es una Guardia Nacional ridiculizada, no preparada, y un país donde la protección es más apariencia que realidad”, dice.

De la improvisación a la vulnerabilidad total

El asesinato de Carlos Manzo Rodríguez no fue, según Seoane, un acto kamikaze ni un ataque suicida, como se podría sugerir. Fue, simplemente, el resultado de un sistema de seguridad que no entiende su tarea y de una delincuencia que aprovecha esas grietas. “Aquí no hay ideología, ni causa, ni sacrificio. Aquí hay dinero, poder y fallas operativas”.

“Yo discrepo totalmente de llamar esto un ataque kamikaze. Los kamikazes tenían una causa, una ideología, una patria detrás. Aquí no. Aquí el sicario le falló la huida, punto. Esto fue un atentado mal planeado, y aun así fue suficiente para exhibir la ineficiencia de quienes debieron protegerlo”, enfatiza.

“No se trata de alarmar, sino de entender”

Para cerrar, Seoane insiste en que el propósito de su análisis no es generar morbo, sino crear conciencia sobre la urgencia de profesionalizar la seguridad pública. La ignorancia técnica, advierte, cuesta vidas. Y mientras la autoridad siga confundiendo “presencia armada” con “protección efectiva”, los funcionarios y la ciudadanía seguirán igual de expuestos.

“No se trata de provocar amarillismo, sino de que quien nos lea entienda de qué se trata. Un público informado es más difícil de manipular. Y si entendemos cómo funciona realmente la protección, podremos exigir que se haga bien. Porque hoy, lo que estamos viendo, es que no se está haciendo en absoluto”, finaliza.

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