¿Amaneciste “crudo” esta Navidad? Esto pasa en tu cuerpo cuando tienes resaca

La Nochebuena reunió a millones de familias mexicanas para celebrar y el propio Instituto Nacional sobre el Abuso del Alcohol y el Alcoholismo de Estados Unidos (NIAAA, por sus siglas en inglés) reconoce que las fiestas son momentos en los que algunas personas suelen beber más allá de sus límites en comparación con otras épocas del año.
Sin embargo, el festejo suele cobrar factura a la mañana siguiente con la aparición de la resaca o “cruda“, un estado que va más allá de un simple malestar pasajero y que representa un proceso complejo de intoxicación etílica en el que el cuerpo sufre daños e inflamación sistémica, según la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
De acuerdo con la doctora Nayeli Ortiz Olvera, académica de la Facultad de Medicina de la UNAM, este fenómeno es una respuesta directa del organismo ante el procesamiento del alcohol.
No se trata solo de cansancio, sino de una reacción química donde intervienen enzimas específicas y se generan sustancias tóxicas que afectan desde el sistema digestivo hasta el sistema nervioso central, dependiendo de factores individuales como el peso, el género y la velocidad de ingesta.
¿Qué pasa en tu organismo cuanto tienes resaca o “cruda”?
Cuando el alcohol ingresa al cuerpo, el organismo inicia un proceso de digestión mediante una enzima llamada deshidrogenasa-alcohólica-gástrica.
Tras este paso inicial, la sustancia pasa a la sangre convertida en acetaldehído, el cual es identificado por los expertos de la UNAM como el verdadero responsable de los estragos de la resaca.
Independientemente de si se consume vino, tequila o cerveza, el alcohol se transforma en este compuesto que provoca una mayor excreción de líquidos, llevando inevitablemente a la deshidratación.
El impacto del acetaldehído no se detiene en los fluidos corporales; al llegar al sistema nervioso, provoca una dilatación de los vasos sanguíneos cerebrales.
Este aumento en el flujo sanguíneo causa que el cerebro se hinche, lo que deriva en el característico y punzante dolor de cabeza del día siguiente.
Paralelamente, en el estómago, la bebida estimula la producción de ácido, irritando las mucosas y favoreciendo la aparición de náuseas y vómito.
Factores de riesgo y diferencias de género
La ciencia advierte que las personas no procesan el alcohol de la misma manera. Un punto crítico destacado por la especialista de la máxima casa de estudios es la diferencia biológica entre hombres y mujeres.
Las mujeres poseen una menor cantidad de deshidrogenasa, lo que dificulta la metabolización del alcohol y las hace más propensas a desarrollar complicaciones graves, como la cirrosis, incluso con niveles de ingesta menores.
Además del género, la rapidez de la embriaguez está ligada a la genética y a la composición física. El índice de masa corporal determina si el cuerpo asimila la sustancia de forma lenta o acelerada.
Un nivel de 50 ml por decilitro en la sangre puede generar euforia, pero si se alcanzan concentraciones de 150 a 200 gramos, el riesgo escala hacia la pérdida de juicio, el estado de coma o convulsiones, transformando una celebración en una emergencia médica.
Mitos y recomendaciones para estas fiestas
Existe la creencia popular de que medicamentos como el omeprazol protegen el estómago antes de beber; no obstante, la UNAM aclara que esto puede ser contraproducente, ya que incrementa la absorción del alcohol.
Asimismo, la combinación con el tabaco es desaconsejable, puesto que la nicotina potencia los efectos embriagantes. El famoso remedio de “curarse la cruda” con otra cerveza no es más que una respuesta al síndrome de supresión, pues el cuerpo, ante la baja de niveles en sangre, manifiesta una necesidad adictiva de más sustancia.
Para disfrutar de estas fechas sin poner en riesgo la salud, la recomendación médica es clara: comer bien antes de ingerir alcohol, mantenerse hidratado con agua natural de forma constante y evitar el consumo acelerado.
La prevención es la mejor herramienta para evitar que la alegría navideña se convierta en una inflamación orgánica que, a largo plazo, puede derivar en enfermedades crónicas como el cáncer de hígado.
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